Olman Segura Bonilla
Priscila Sibaja Guadamuz
La economía creativa es un término que se ha extendido por todo el mundo. Está tomando fuerza a medida que las industrias creativas se vuelven cada vez más importantes para la economía global. Este no es un concepto tan nuevo; surgió en el 2001, cuando John Howkins planteó en su libro The Creative Economy que “una economía creativa es un sistema para la producción, el intercambio y el uso de productos creativos”.
Este sector de la economía se deriva de las industrias culturales, aquellas que están relacionadas con la producción y distribución de bienes y servicios culturales y que se encuentran protegidas por los derechos de autor, las cuales siempre han existido. Dentro de la producción se encuentran expresiones artísticas como música, teatro, danza, escultura, diseño, cine y video, que disfrutamos como espacios de reflexión y alimento de la contemplación y el espíritu, pero que también pueden ser consideradas como bienes y servicios culturales con valor económico y un enorme potencial para generar empleo, ingresos y otros beneficios para la población.
La economía creativa surge a medida que estas actividades culturales tradicionales van incorporando elementos más modernos, por ejemplo, la tecnología digital. Esto da lugar a mayores niveles de conocimiento e innovación en los procesos productivos que al final se traduce en mayores beneficios económicos, pues estas nuevas actividades generan más en términos de producción y productividad, que las actividades tradicionales. Algunos ejemplos son gráficos, diseños, dibujos animados, colores, formas, sonidos, videos y otros que utilizamos a diario a través de las aplicaciones de los celulares, la computadora y los video juegos; todos con una propiedad intelectual que debe ser reconocida y valorada.
En los últimos años, el sector de la economía creativa ha tenido un auge debido al rápido desarrollo de las industrias en esta materia. Un ejemplo que se puede constatar en nuestro medio son las clases de Emprendedurismo que se impartían en la UNA y en donde participaban, de manera conjunta, estudiantes de diferentes disciplinas: Música, Arte y Comunicación Visual, Informática, Administración y Sociología, quienes integraban la creación artística de los dos primeros, con la habilidad en tecnologías y grabación de discos del informático, los cálculos y plan de negocios del administrador, con la visión del sociólogo, quien ubicaba el contexto en que se podía materializar económicamente esta producción. Las ideas que se transforman en innovaciones productivas y se incluyen en la esfera económica, pueden generar enormes oportunidades a la cadena de producción que potencialmente se pueda desarrollar.
No obstante, el constante cambio en el que se encuentran estas industrias dificulta su medición, como tradicionalmente se hace en otros sectores de la economía. Por eso no existe un consenso en su definición ni en su medición. Organismos internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés) y el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID), entre otras, tienen diferentes definiciones de este sector de la economía.
¿Qué es la economía creativa o economía naranja?
Buitrago & Duque plantean que a pesar de no existir un consenso sobre la definición de la economía creativa, se pueden delimitar ciertos elementos centrales dentro de lo que llaman una “zona común”. Estos elementos son la “creatividad, artes y cultura como materia prima; la relación con los derechos de propiedad intelectual, en particular con el derecho de autor; y la función directa en una cadena de valor creativa” (en Economía Naranja: una oportunidad infinita, 2013). En palabras sencillas, es el intercambio de bienes y servicios creativos basados en la propiedad intelectual.
La razón por la cual se le denomina economía naranja, agregan los autores, es por la asociación de este color con la cultura, la creatividad y la identidad. Dentro del “universo naranja”, se encuentran: “1) la economía cultural y las industrias creativas, en cuya intersección se encuentran las industrias culturales convencionales; y 2) las áreas de soporte para la creatividad”. Todo esto abarca desde las artes y cultura, como la arquitectura, las artes escénicas, artesanías, artes literarias, cine, televisión, música, hasta lo digital creativo, como el diseño digital, la inteligencia artificial, los videojuegos, la publicidad y el software.
La industria de animación digital en Costa Rica
Ya en Costa Rica se inició la cuantificación de la producción de este tipo de economía mediante la creación de una cuenta satélite de cultura, en el 2012, en el Banco Central de Costa Rica (BCCR). Esta cuenta nos brinda una mejor idea de cómo se comporta el sector y cuáles son sus aportes a la economía del país. Según datos de esta cuenta satélite para el año 2012, la animación digital contribuyó con un 0.4% del PIB y representó el 19.2% de lo que aportó el sector cultural; sin embargo, es claro que el aumento de las actividades en estos campos ha crecido desde entonces.
Dado el interés creciente en esta materia, y considerando la enorme importancia que para nuestro país tiene y podría tener en un futuro cercano la economía naranja, la Escuela de Economía y el Centro Internacional de Política Económica para el Desarrollo Sostenible (Cinpe) realizó, el pasado 5 de agosto, una conferencia con expertos internacionales de la Comisión Económica para América Latina (Cepal). La especialista Leda Peralta, por ejemplo, informó que en el año 2015, el sector audiovisual, el cual abarca la animación digital y videojuegos, poseía 445 empresas en Costa Rica. De estas, el 52.6% se dedica a la venta de servicios a terceros, el 5.3% al desarrollo de contenido propio y el 42.1% a ambas. Además, la animación digital se entrelaza fácilmente con otras industrias, como la publicidad, el cine, la televisión y los videojuegos
En conclusión, se están generando nuevas oportunidades de negocio en un nuevo sector de empleo joven y de alta calificación. La industria es incipiente todavía, pero proyecta enormes posibilidades de desarrollo; la materia prima es la innovación y la creatividad, el desarrollo humano y la educación. La actividad presenta un gran potencial para la creación de encadenamientos productivos, pero si además se le suma el valor humanístico que se desarrolla en instituciones como la Universidad Nacional, se está abriendo una industria con la que se puede crecer como economía y como sociedad.