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Setiembre 2019


Por la eficacia de corredores biológicos

Investigadores de la Universidad Nacional monitorean dos corredores biológicos con el fin de evaluar su conectividad funcional, así como para dar aportes a una política pública sobre el tema.

Cerca del 43% de territorio nacional se encuentra localizado dentro de un corredor biológico, una iniciativa para establecer espacios de conectividad entre los principales ecosistemas naturales del país.

Después de un crecimiento vertiginoso, Costa Rica cuenta con 44 corredores biológicos, los cuales no son considerados oficialmente como una categoría de conservación como reserva biológica, parques nacionales y otros. En el país, los corredores biológicos presentan una gran heterogeneidad en cuanto a áreas y funcionabilidad. Por lo anterior, abundan las propuestas para establecer corredores biológicos, pero es poco lo que se ha logrado evaluar acerca de su eficacia como espacios de conectividad.

La Escuela de Ciencias Geográficas lidera un proyecto de investigación junto al Instituto Internacional de Manejo y Conservación de Vida Silvestre (Icomvis-UNA), y la División de Educación Rural del Centro de Investigación y Docencia en Educación (Cide-UNA) con el fin de evaluar los corredores biológicos como espacios de conectividad.

“El corredor biológico es un espacio de conectividad, en el país solo tres presentan diferentes altitudes  que podrían ayudar a las movilidad de especies ante las amenazas del cambio climático, otros son paisajes productivos que tienen que tener una gestión acorde a la conservación y eso no es tan fácil, si tenemos un productor de piña dentro de un corredor biológico tenemos que ofrecerle una alternativa productiva acorde con la conservación y además subsidiarla, lo cual no se está haciendo”, explicó Carlos Morera, investigador de la Escuela de Ciencias Geográficas y coordinador del proyecto.

Joaquín Gamboa, colaborador del Icomvis-UNA, quien fue uno de los primeros guardaparques del país, habló sobre la creación de corredores biológicos. “Por muchos años consideramos que las áreas protegidas no debían de quedar como islas biológicas, la creación de los corredores nos permite la interacción de ciertas especies y para rellenar algunas lagunas sobre aspectos de la historia natural de las mismas, la información que se genera es de suma importancia para el desarrollo de acciones de manejo para las áreas silvestres y de conservación como tales. Sin embargo, uno quisiera ver siempre más, pero lamentablemente las oportunidades de presupuesto para investigación sobre biodiversidad son relativamente bajos, pero me tranquiliza lo que estamos haciendo, porque no es solo saber si hay una determinada especie, sino entender la complejidad en la que estamos viviendo y avanzar en materia de conservación de los recursos del país”.

Un corredor biológico, de acuerdo con Luis Diego Alfaro, investigador del Icomvis-UNA, puede incluir terrenos privados, así como otros que pueden ser manejados por el Estado, también existen distintos usos de la tierra entre ellos la producción agropecuaria, forestal, desarrollo de infraestructura vial e inmobiliaria, mezclado con bosques y cuerpos de agua e incluso algunas áreas silvestres protegidas de carácter público y privado.

Este proyecto se desarrolla en tres dimensiones: la conectividad ecológica de mamíferos donde se colocan cámaras trampa no solo a nivel de suelo sino también en el dosel o las copas de los árboles, lo cual es una metodología innovadora, otra que trabaja con las comunidades y su identificación con los corredores, y una tercera que evalúa si los corredores mejoran la conectividad a través de la estructura del paisaje.

Para su realización se monitorea Monte del Aguacate y Lago Arenal- Tenorio. “En el Monte del Aguacate tenemos siete puntos de muestreo con cuatros distintos tipos de trampas: biomasa vegetal, medidores de temperatura y radiación y cámaras trampa. Hemos encontrado especies de mamíferos que por lo general son comunes en áreas silvestres protegidas, hemos podido monitorear el cambio de fenología de especies de árboles en cuanto a producción de flores, semillas y frutos. Además, a partir de la medición de la temperatura del sotobosque podemos ver que los corredores biológicos podrían funcionar como refugios climáticos para la vida silvestre”, explicó Alfaro.

Sin criterios

“Tenemos un corredor que se extienden desde la Selva en Sarapiquí, hasta la frontera con Nicaragua como es el San Juan – La Selva, mientras otros muy pequeños, unos se ubican en la zona urbana y otros son en áreas rurales, tenemos unos que conectan altitudes otros no y pienso que se deben homogenizar los criterios para su delimitación y la funcionalidad de conectividad”, dijo Morera.

Para el investigador, el concepto “escala” tiene que ser revisado y se debe priorizar y determinar la funcionalidad de estas iniciativas. “Para la creación de un corredor biológico tenemos que valorar el grado de compromiso y identidad de las personas que habitan en él. Otro elemento claves es determinar la especie para la cual estamos conectando esos ecosistemas, porque no es lo mismo hacer un corredor para un mamífero mayor o para un ave como una lapa. Debe dársele contenido metodológico y económico, no pueden ser ocurrencias”.

El proyecto de acuerdo con Morera brindará aportes para una política pública. “Estamos haciendo un diálogo, pero nos falta mucho conocimiento o es muy limitado tanto aquí como en otros países”.