Con 23 años y un promedio de 9.76, Laura Matamoros Córdoba, estudiante de la carrera de Educación Especial, recibirá el "Premio a la Excelencia Académica Rubén Darío”, otorgado por el CSUCA.
Desde que cursaba el primer nivel de secundaria en el Colegio Claretiano sabía la carrera que quería estudiar, el llamado de su vocación llegó muy temprano. Por eso, no es de extrañar que a sus 23 años y próxima a graduarse de la carrera de Licenciatura en Educación Especial con énfasis en Integración, Laura Matamoros Córdoba exprese con total convicción que tener promedios altos implica mucho esfuerzo y dedicación, pero sobre todo pasión por lo que se hace.
“Cuando se ama lo que se hace, las cosas salen naturalmente”, expresa esta joven herediana, quien a finales de agosto recibirá el Premio a la Excelencia Académica Rubén Darío, en la Universidad Autóctona de Santo Domingo, República Dominicana, junto a los estudiantes más destacados de las universidades que integran el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA).
La designación la hizo la Vicerrectoría de Vida Estudiantil, tomando en cuenta los parámetros establecidos por el Consejo Regional de Vida Estudiantil (CONREVE) del CSUCA, entre los que destacan contar con el mejor promedio académico y haber cumplido con un mínimo de tres años de su carrera.
“El mayor sello que la UNA me ha dado es comprender la parte humana de la educación”, afirma Matamoros, convencida de que la discapacidad es en mucho un hecho social, por lo que la UNA enseña a trabajar con las barreras del entorno, principalmente son las actitudes, pues éstas limitan el desarrollo de las personas con discapacidad. “Otras universidades siguen trabajando con las limitaciones, mientras que la UNA trabaja con las cualidades por potenciar”.
Su convicción de que el propósito del estudio va más allá de las notas no le impide reconocer que el premio Rubén Darío es un honor. “Para mí representar a la UNA es un honor; a la UNA le debo lo que soy como profesional y como persona”, asegura.
Su sensibilidad social ya le acompañaba desde la adolescencia. Así quedó en evidencia con su participación como voluntaria en el cuido de personas con discapacidad en condición de abandono en el proyecto “Manos abiertas”, conducido por una congregación de monjas en Santa Bárbara de Heredia.
Actualmente, además de trabajar en su proyecto de graduación con miras a obtener su título de licenciatura próximamente, Laura participa en los proyectos Gestión y praxis social en pedagogía e Inclusión educativa, del Centro de Investigación y Docencia en Educación (CIDE) y es voluntaria en el Centro de Atención Integral para Personas Adultas con Discapacidad (AIPED) del cantón de Barva, Heredia, donde se atiende la parte ocupacional y se procura la inserción laboral de esta población.