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Breves


¿América Latina hacia la izquierda?

Luis Ignacio Lula Da Silva. Foto Shutterstock

Abelardo Morales Gamboa

El triunfo de Luis Ignacio Lula Da Silva en las elecciones de Brasil ha levantado, y con razón, mucho entusiasmo, pero no deja de exigir también cautela. A este se suman, primero, el triunfo, en noviembre de 2021, de la coalición de Gabriel Boric en Chile y, posteriormente, en junio, la de Gustavo Petro, en Colombia.

El escaso margen de diferencia con el que Lula Da Silva derrotó, el 30 de octubre, al presidente Jair Bolsanaro, evidencia no solo la polarización política de ese país entre izquierda y derecha, sino el fuerte apoyo popular a una expresión de derechas alimentada por anacrónicos fanatismos, mentiras, burda manipulación de masas y el uso directo o solapado de la violencia contra los opositores. Es decir, no se trata de cualquier oposición ni de cualquier derecha y esta, además, tendrá una importante representación parlamentaria. Ese panorama se repite en otros países del continente, sin olvidar el legado de Donald Trump en Estados Unidos. La existencia de una oposición política reconocida, con representación parlamentaria y respaldo social, a pesar de sus excesos antidemocráticos, implicará para las izquierdas en el poder desarrollar una serie de capacidades para crear legitimidad y llevar adelante cambios importantes en favor de las mayorías.

Aunque habrá de promover reformas sociales importantes y estratégicas como revertir proyectos social y ambientalmente depredadores como en Brasil, los límites de esos proyectos políticos no son solo político-electorales e ideológicos, igualmente estarán marcados por el capitalismo dependiente y por una serie de amenazas de diversas naturaleza, tanto en sus países como en el resto de la región.

Esa es una gran paradoja que diferencia a estas izquierdas tanto de las fuerzas conservadores y de la derecha fanática, como de la izquierda que transformó la dictadura del proletariado en autoritarismo militar y burocrático contra el mismo proletariado. Hay claras tendencias del capitalismo que amenazan a la democracia, que aceleran la degradación ecológica del planeta y que riñen con los derechos humanos. Restaurar la democracia desde la izquierda puede ser, en efecto, paradójico cuando la misión histórica había sido construir el socialismo y, en la vieja visión escatológica, avanzar al comunismo. Pero la historia parece ofrecerle a nuestro continente una posibilidad distinta para rehacer el cambio, integrando en la ecuación política y social a la naturaleza, los derechos humanos y la diversidad social. La nueva episteme política y cultural latinoamericana puede comenzar a dar sus frutos. Por eso, pese a que se acuse a estos gobiernos de hacer concesiones o entregarse al capitalismo, solo hacer posible el funcionamiento de las libertades, de los regímenes de justicia social e impulsar la institucionalización de nuevas igualdades en democracia, permite avances que, aunque reformistas, en las condiciones actuales podrían considerarse revolucionarios.

Otra dimensión para valorar las posibilidades de transformación es el contexto del resto de la región y del sistema global. La interdependencia del sistema mundo disolvió las posibilidades de preservar sociedades enclaustradas dentro del paradigma del estado nación; ello no solo por la integración perversa del capitalismo, sino porque la democracia, la naturaleza, los derechos humanos y la humanidad misma solo pueden ser salvados en interdependencia, con una nueva visión planetaria, cooperación y solidaridad. Eso es complejo en una región fragmentada no solo ideológicamente, entre distintas izquierdas con métodos distintos de poder, sino por un creciente conservadurismo tendiente al fascismo que fractura los vínculos esenciales de los seres sociales.

Gabriel Boric, presidente de Chile

Estas y muchas otras complejidades del momento histórico no permiten afirmar que la región esté de nuevo bajo una marea roja, como se ilusionaba una década atrás. El triunfo de Petro en Colombia es histórico y esperanzador, lo mismo que el regreso de la izquierda en Chile y la vuelta al poder de Lula en Brasil. Cada una de esas sociedades enfrenta convulsas tensiones que atan la mirada de los gobernantes sobre las prioridades internas, lo que implica, además, superar errores, vacíos y vicios propios, entre ellos, la corrupción. Por el momento, los cambios, si los hubiera, se concentran en esos tres escenarios. Lo que se mira en el resto de la región latinoamericana y en la centroamericana, en particular, incluyendo a nuestra agobiada democracia, pese a que persista la esperanza, no nos permiten abusar del triunfalismo sino dirigir la mirada y la acción con perspectiva crítica y sentido histórico.

Gustavo Petro, presidente de Colombia.