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Criterios


¿Me lo puede explicar?

 

Víctor J. Barrantes C.

En uno de los pasajes más dramáticos de la novela Las uvas de la ira, de John Steinbeck, resulta desgarrador aquel donde Tom Joad discute con el representante del banco, luego de que este llega a ejecutar las hipotecas y, como parte del mismo acto, a destruirle la casa y arrebatarle la tierra que ha sido patrimonio familiar. Desesperado por el despojo, Tom desea hablar con el banco (no con su representante), explicarle y validar sus puntos de vista. Al final, ya desarmado, el agricultor debe aceptar que el banco no es más que una entidad sin rostro, sin identidad, sin conciencia, sin sentimientos …y no le queda otra opción que abandonar su granja.

Esa sensación de impotencia que hemos experimentado ante una disposición, una directriz, una norma legal o, más recientemente, la imposición de un algoritmo, puede que en tiempos de inteligencia artificial se amplifique de formas que aún ni siquiera somos capaces de prever. Esta advertencia nos la hace Yuval Noah Harari (Nexus), pero la realidad nos la recuerda todos los días.

Casi de manera cotidiana debemos interactuar con algún bot, que nos lleva de una opción a otra sin solucionar nuestras dudas. Y tras los múltiples intentos de comunicación quedamos, como el granjero Tom: peleándonos con un ser etéreo que nos da respuestas sobre respuestas sobre respuestas, pero nunca la explicación que requerimos.

Pues bien, en el referido texto, Harari plantea la posibilidad de impulsar un nuevo derecho humano: el de la explicación, para ver si comprendemos las respuestas de un algoritmo que tiene el potencial hasta para cambiar nuestra vida; es decir, el algoritmo omnipotente que decide si nos condena a la cárcel, si nos niega un empleo, un préstamo bancario o cuál medicamento nos va a prescribir. 

El derecho a la explicación se deriva de otro conocido: el de acceso a la información, ampliamente resguardado en diferentes tratados internacionales y en la normativa nacional. Pero a diferencia de este, el nuevo busca garantizar que se explique de una manera comprensible, transparente y justificable cualquier decisión que nos afecte. Así se evitaría que, ante las consultas, se nos inunde con documentos extensos y confusos que solo nublan la claridad.

Quizá en el reconocimiento del derecho humano a la explicación resida una nueva reivindicación por la que debamos luchar, antes de que, como a Tom, la ira fermente nuestra paciencia y nos convierta en nómadas sin rumbo.