*Willy Castro Guzmán
Aún no logramos tomar plena conciencia del potencial de la inteligencia artificial, y ya nos enfrentamos a una nueva frontera: la computación cuántica. Esta tecnología, basada en las leyes de la mecánica cuántica, propone una forma radicalmente distinta de realizar cálculos, lo que podría transformar múltiples aspectos de la vida cotidiana, e inclusive, del quehacer universitario.
En la computación tradicional, toda la información —por compleja que parezca— se reduce a bits, que representan valores binarios: de 0 o 1. Por ejemplo, desde el punto de vista de una persona docente o estudiante que sube archivos al Aula Virtual Institucional de la Universidad Nacional, este proceso es completamente transparente: lo que sucede en realidad es que todo se convierte en combinaciones de ceros y unos que la máquina puede procesar electrónicamente.
La computación cuántica, en cambio, se basa en qubits (bits cuánticos), los cuales no están limitados a ser 0 o 1, sino que pueden estar en una superposición de ambos estados al mismo tiempo. Esto significa que un sistema cuántico puede realizar operaciones paralelas sobre muchas combinaciones posibles, lo cual le otorga una potencia de cómputo potencialmente exponencial en comparación con los sistemas clásicos. Este enfoque es especialmente poderoso para resolver problemas de gran complejidad en áreas como la simulación molecular, la optimización o el análisis de grandes volúmenes de datos.
Tener una capacidad de procesamiento superior no es solo una ventaja técnica: implica transformaciones profundas en la ciencia, la tecnología, la educación y la sociedad. En el ámbito científico, permitirá simular sistemas complejos —como proteínas, reacciones químicas o materiales avanzados— con un nivel de detalle inalcanzable hasta ahora. También se anticipan avances significativos en salud, energía y medio ambiente.
Un ejemplo real del potencial de esta tecnología lo brindó Google en 2019 con su procesador cuántico Sycamore, de 53 qubits, que ejecutó en solo 200 segundos un cálculo que, según estimaciones de la propia empresa, habría tomado miles de años a una supercomputadora clásica. Aunque esta afirmación fue cuestionada por IBM, el hecho marcó un hito: por primera vez, una computadora cuántica resolvió una tarea específica más rápido que cualquier máquina tradicional conocida.
El panorama tecnológico se vuelve aún más impactante si consideramos la convergencia de cuatro capas clave:
- Big data, con volúmenes masivos de información y capacidad de almacenamiento sin precedentes.
- Redes 5G (y superiores), que permiten una transmisión veloz y continua de datos.
- Inteligencia Artificial Generativa (y eventualmente general), con sistemas que simulan funciones cognitivas humanas.
- Computación cuántica, que proporciona el procesamiento ultrarrápido necesario para aprovechar las anteriores.
Estas tecnologías no son independientes: interactúan entre sí en una infraestructura digital sin precedentes, que redefine lo posible en todos los campos del saber.
Frente a este escenario, la universidad pública debe asumir una actitud proactiva: comprender estos cambios para poder orientarlos. No basta con ver la computación cuántica como un asunto técnico o exclusivo de los expertos en informática. Sus implicaciones cruzan las fronteras disciplinarias y exigen la atención de científicos, humanistas, psicólogos, educadores y responsables de políticas públicas.
Como bien lo ha señalado Alberto Cañas Collado en relación con el pensamiento computacional, entender cómo funcionan las máquinas es clave para comprender por qué hacen lo que hacen. Este principio cobra aún más sentido ante tecnologías avanzadas como la computación cuántica. Saber cómo “piensa” una máquina cuántica puede ayudarnos a pensar mejor nuestro propio rol como seres humanos en un entorno mediado por este tipo de avances.
En este contexto, uno de los grandes desafíos de las universidad públicas será formar competencias en pensamiento computacional cuántico, no solo en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), sino como parte de una cultura digital crítica y reflexiva. Comprender cómo funciona la tecnología es el primer paso para apropiarse de ella con autonomía y propósito.
¿Desafíos? Muchos. Éticos, sociales, ambientales, incluso filosóficos. Pero si como comunidad universitaria colocamos esta discusión sobre la mesa desde ahora, podremos responder con mayor madurez, anticipación y responsabilidad.
La computación cuántica no solo será una herramienta poderosa: puede ser una puerta de entrada para redefinir el papel de las universidades en la sociedad del conocimiento para el cumplimiento de los fines y principios y en respeto a sus valores y visión de sociedad.
*El autor es académico del Posgrado en Gestión de la Tecnología de Información y Comunicación (Progestic) de la Escuela de Informática de la Universidad Nacional (UNA).