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Criterios


30 años de la OMC: el multilateralismo comercial en jaque

*M.Sc. Gabriela Navarro Alpízar

El pasado 1º de enero la Organización Mundial del Comercio (OMC) celebró sus 30 años, en un contexto donde el escepticismo hacia el libre comercio ha dominado los discursos políticos, mientras que el alza de medidas proteccionistas y la fragmentación comercial son el pan de cada día de la política comercial. 

Esta situación ha normalizado la utilización de la política comercial como un arma para los propios intereses políticos de los países, y deja de lado aquel sentimiento común que 120 naciones buscaron durante los ocho años de duración de la Ronda Uruguay, con el objetivo de transformar el mundo a través del comercio.

No es un secreto que desde la Conferencia de Bretton Woods el mundo ha reconocido la importancia de contar con un sistema basado en reglas que disminuya la incertidumbre y “trace la cancha” para que los países se incorporasen en el mundo de los intercambios comerciales de la mejor manera. 

Es así como se da paso al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio), que se convierte en el primer acuerdo en el que se establecen reglas (aún vigentes) para todos los países que desearan incorporarse en el comercio mundial. La primera de ellas, es el principio de no discriminación, dividido en nación más favorecida y trato nacional. En el caso de la nación más favorecida (NMF) nos dice que si un país brinda un trato más favorable a otro, se le deberá conceder también de manera inmediata e incondicional a los demás (con sus excepciones, como los acuerdos comerciales), mientras que el trato nacional (TN) lo que busca es que no exista discriminación entre productos nacionales e  importados, y que compitan sin barreras en el mercado local.

Otro de los principios claves es el de consolidación, el cual otorga al comercio internacional la previsibilidad de que un país no experimente aumentos imprevistos de aranceles a la hora de realizar una exportación. Estos principios han sido la base de las reglas del comercio por años; el GATT y posteriormente la OMC han servido como ese ente garante. 

Hablar de la OMC sin referirse a su crisis es imposible, ya que mucho se ha cuestionado su relevancia, con negociaciones frenadas en temas de gran interés, por voluntades políticas (agricultura, medio ambiente, comercio electrónico, entre otros) y un mecanismo de solución de diferencias que funciona a medias, con un bloqueo a la selección de las personas que conforman el Órgano de Apelación, última instancia que ofrece el Entendimiento de Solución de Diferencias y que no se ha podido emplear. Sin embargo, los países, en su derecho, siguen presentando apelaciones “al vacío” que caen en un limbo. 

Otro punto que afecta a la OMC son las crecientes tensiones geopolíticas que permean cada vez más los flujos comerciales, como la guerra comercial Estados Unidos-China (iniciadas desde la administración Obama), que ha generado “bandos” en el comercio internacional. 

La pandemia agravó la situación; cada vez fue más evidente la fragmentación comercial, con empresas que dejaban de producir en China para localizarse en otros “amigos” de Estados Unidos, lo cual generó disrupciones en las cadenas de suministro. Por su parte, tenemos las afectaciones del conflicto entre Ucrania y Rusia que causan distorsiones en el abastecimiento de granos básicos, fertilizantes y otros productos comercializados por ambos países, además de las afectaciones energéticas. 

A esto se suma que los países, principalmente desarrollados y potencias medias, recurran a medidas proteccionistas y nacionalistas, lo que ha producido un repunte en los subsidios, aumento de aranceles y otras distorsiones al comercio que afectan a naciones en desarrollo con el encarecimiento de los productos de consumo.

Aunado a lo anterior, tenemos que las reglas del comercio no se han actualizado y/o modernizado. El contexto y dinamismo no se asemeja al de hace 30 años, ya que la globalización, surgimiento de economías emergentes y las cadenas globales de valor transformaron la forma de hacer comercio en las últimas décadas. 

Este panorama nos trae al 2025, año en que la OMC cumple su 30 aniversario y que, en lugar de celebrarlo con un comercio más libre, justo y creciente, se enfrenta a un entorno donde los aranceles son un tema de discusión constante, y la previsibilidad que se tuvo durante varias décadas ha empezado a cambiar por las decisiones políticas del presidente Trump y su llamado “Día de la Liberación”, con el anuncio de la imposición de aranceles recíprocos a más de 180 países. Esto ha provocado una desestabilización de los cimientos de la organización y sus principios de no discriminación, consolidación y previsibilidad y da marcha atrás al liderazgo global de Estados Unidos que alcanzó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando lideró la construcción de un sistema que despolitizó la política comercial. 

Con lo anterior, pareciera que el panorama de la Organización es bastante negativo. No obstante, ahora más que nunca debemos recordar por qué la OMC es relevante, al ser la entidad garante de que las transacciones comerciales se realicen bajo las reglas creadas para dar previsibilidad al comercio internacional.

Esto presenta retos como la necesidad latente de la reforma sistémica de la organización, no solo en lo que respecta al mecanismo de solución de diferencias, sino a las normas del sistema multilateral del comercio en general, que no han sido actualizadas según las demandas reales del contexto actual y los nuevos paradigmas del comercio internacional. 

Por tanto, las reformas necesarias pasan por la flexibilización de la forma en que trabaja la OMC, que facilite las conversaciones plurilaterales y desentrabe el bloqueo que se tiene en temas sensibles. Otro de los temas es el financiamiento, ya que actualmente se costea con las contribuciones anuales que realizan los países miembros, calculados sobre su participación en el comercio internacional, por lo que contar con una base independiente puede evitar que el apoyo económico se utilice como un método encubierto para controlar la agenda por parte de los países miembro que aportan más. 

Por último, una de las reformas que se ha planteado la directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, desde que asumió su puesto en 2021 es la necesidad de hacer relevante a la organización en el contexto actual, con temas y tendencias que son parte de las dinámicas contemporáneas, como la protección al medio ambiente, la economía digital, el comercio inclusivo, la reglobalización y la reconfiguración de las cadenas de suministro, que incorporen países “no tradicionales” en la ecuación. 

La OMC debe mantenerse como una plataforma de diálogo para evitar la escalada de conflictos comerciales y para promover un entorno comercial abierto y predecible. Como lo mencionó la Dra. Okonjo-Iweala, en el discurso de cierre de la 13º conferencia ministerial: “La OMC sigue siendo una fuente de estabilidad y resiliencia en un panorama económico y geopolítico plagado de incertidumbres y perturbaciones exógenas. El comercio es una fuerza vital para mejorar la vida de las personas y ayudar a las empresas y los países a hacer frente a los efectos de estas crisis. Descansemos un poco, luego reagrupémonos y reanudemos”.

*Académica e investigadora de la cátedra OMC-CR de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (UNA).