*Ivannia Bolaños Herrera
En la última década, las criptomonedas han revolucionado la forma en que concebimos el sistema financiero y operamos dentro de él.
Estos activos surgieron como una alternativa descentralizada y digital al dinero fiduciario, con el objetivo de ocupar un lugar central en el debate económico global. El ascenso de monedas como Bitcoin, Ethereum y otras captó la atención no solo de los inversionistas, sino también de los reguladores, economistas y ciudadanos que buscan entender las implicaciones de esta nueva tecnología en sus vidas cotidianas y en el sistema económico.
Las criptomonedas surgieron como respuesta a la crisis financiera global de 2008, cuando la desconfianza en las instituciones financieras y los bancos centrales generó un deseo de alternativas al dinero controlado por los gobiernos. Bitcoin, lanzado en 2009, fue la primera moneda digital basada en la tecnología de blockchain, una estructura de datos inmutable que garantiza la seguridad de las transacciones sin necesidad de intermediarios. Este sistema busca empoderar al individuo al eliminar la dependencia de terceros permitiendo que las personas manejen directamente su riqueza.
El éxito inicial de Bitcoin condujo al desarrollo de miles de criptomonedas alternativas (altcoins), algunas de las cuales ganaron popularidad debido a sus mejoras tecnológicas. Ethereum, por ejemplo, introdujo los contratos inteligentes, lo que permitió la creación de aplicaciones descentralizadas (dApps) y abrió una nueva gama de posibilidades para el desarrollo de aplicaciones financieras, comerciales y de consumo. Esta evolución planteó una discusión económica crucial: ¿pueden las criptomonedas reemplazar al dinero fiduciario o son simplemente una inversión especulativa?
Reserva de valor
Uno de los usos más prominentes de las criptomonedas es como reserva de valor. Bitcoin, conocido como "oro digital", se promociona como una alternativa al oro y otras formas tradicionales de almacenamiento de riqueza. Sin embargo, su alta volatilidad genera debates sobre su capacidad para cumplir este rol de manera efectiva. Entre 2020 y 2021, Bitcoin registró un auge exponencial, seguido de caídas abruptas, lo que ha puesto en duda su estabilidad como reserva de valor frente a activos más convencionales.
En América Latina, la volatilidad de las monedas locales y la inestabilidad económica hacen que las criptomonedas sean vistas como una solución viable para proteger el patrimonio. Países como Venezuela y Argentina, adoptaron criptomonedas de manera masiva por la hiperinflación y la devaluación de sus monedas. Según The 2023 Geography of Cryptocurrency Report, Argentina es el segundo país de la región con mayor adopción de criptomonedas, en medio de una crisis económica que ha llevado a este país a tener una inflación superior al 100% (Chainalysis, 2023).
Sin embargo, la irrupción de las criptomonedas pone en jaque a las instituciones financieras tradicionales. Los bancos centrales, que habitualmente controlan la oferta monetaria y las tasas de interés, ven con preocupación el auge de un sistema financiero paralelo que no depende de sus políticas. El control de la inflación, la estabilidad financiera y la capacidad de implementar políticas monetarias efectivas se ven desafiados por la descentralización inherente de estos activos.
En América Latina, algunos gobiernos comienzan a explorar el lanzamiento de monedas digitales de bancos centrales (CBDC) como una respuesta directa al auge de las criptomonedas. Brasil, por ejemplo, desarrolló un piloto de su "real digital" para mantenerse competitivo frente al crecimiento de las criptomonedas (Chainalysis, 2023). Sin embargo, esta tecnología enfrenta un dilema: ¿cómo mantener la innovación y la libertad económica que ofrecen sin sacrificar el control sobre la política monetaria?
La regulación: un desafío urgente
Uno de los mayores desafíos que enfrenta la adopción masiva de criptomonedas, es la falta de un marco regulatorio claro y uniforme. En muchos países, estos activos operan en un área legal gris, lo que deja a los usuarios vulnerables a fraudes, robos y malas prácticas. En América Latina, la regulación de las criptomonedas varía significativamente. Mientras que países como El Salvador adoptaron Bitcoin como moneda de curso legal, otros, como Bolivia, prohibieron su uso.
En Costa Rica, el marco legal para las criptomonedas aún está en desarrollo, aunque el país muestra apertura hacia su adopción. El Banco Central ha advertido sobre sus riesgos, pero no ha implementado una prohibición, lo que permite a los ciudadanos usarlas de manera informal. Esta ambigüedad legal presenta tanto oportunidades como riesgos, ya que la falta de regulación clara podría desalentar a inversionistas institucionales y, al mismo tiempo, permitir que el mercado crezca sin restricciones.
A medida que más personas las adoptan y los reguladores buscan equilibrar la innovación con la protección de los usuarios, es probable que veamos una evolución continua del sistema financiero global. Las criptomonedas tienen el potencial de democratizar el acceso a los servicios financieros, ofrecer nuevas formas de intercambio de valor y desmantelar barreras económicas tradicionales.
Sin embargo, la volatilidad extrema, la falta de protección regulatoria y los riesgos de seguridad siguen siendo preocupaciones importantes. Además, la competencia entre los sistemas financieros tradicionales y estos activos digitales podría generar tensiones que dificulten su adopción a gran escala.
Las criptomonedas han llegado para quedarse, pero su rol en la economía global está lejos de ser definitivo. En el mejor de los casos, podrían transformar la forma en que las personas interactúan con el dinero, lo que facilitaría la inclusión financiera y eliminaría intermediarios costosos. Pero los desafíos son inmensos: desde su volatilidad hasta su impacto ambiental y la falta de regulación.
*La autora es economista del Centro Internacional de Política Económica para el Desarrollo Sostenible (Cinpe) de la Universidad Nacional (UNA).