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Criterios


Trabajo doméstico en Costa Rica continúa invisibilizado

*María José Herrera Madrigal y Mariela Campos Lizano 

El trabajo reproductivo, que abarca actividades domésticas y de cuidado no remuneradas, es fundamental para el sostenimiento de la vida. Además, sin este trabajo esencial, el funcionamiento de la sociedad y la productividad del mercado laboral se verían comprometidos, ya que garantiza que las personas estén alimentadas, saludables y preparadas para sus roles en el ámbito productivo.

El Trabajo Doméstico No Remunerado (TDNR) en Costa Rica es fundamental para la economía y el bienestar de los hogares, como lo muestra la Cuenta del Trabajo Doméstico No Remunerado (CTDNR) 2022. En ese año, su valor alcanzó 9,6 billones de colones, lo que representó el 21,3% del Producto Interno Bruto (PIB).

Las mujeres realizaron el 67,2% de este trabajo, al dedicar el doble de tiempo que los hombres a estas tareas. Las principales actividades son la preparación de alimentos, la limpieza y mantenimiento de bienes, y el cuidado de la niñez. 

Para el mismo año, el valor del TDNR también refleja el ingreso monetario potencial. Las mujeres contribuyeron con ¢2,9 millones anuales (¢239.326 mensual), mientras que los hombres aportaron ¢1,4 millones (¢117.031 mensual)

Por otro lado, la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) 2022 muestra que más del 96% de la población participa en el TDNR, aunque las mujeres de todas las edades siguen asumiendo la mayor carga, especialmente en los grupos de edad de 20 a 54 años, lo que refleja una persistente división sexual del trabajo influenciada por normas culturales y sociales. 

A pesar de los progresos en la inclusión de los hombres en las tareas domésticas, las mujeres continúan enfrentando una "doble jornada", combinando el trabajo remunerado con el no remunerado. Esto no solo limita su participación en el mercado laboral y el avance profesional, sino que también afecta su salud y bienestar. 

Trabajo doméstico remunerado

La precariedad en el trabajo doméstico no se detiene cuando se realiza como una actividad remunerada. Según datos de la Encuesta Continua de Empleo (ECE), al primer trimestre del 2024, de la población ocupada en hogares como empleadores, el 92% corresponde a mujeres. 

En este sentido, conviene preguntarse, ¿cuáles son las condiciones laborales que caracterizan esta actividad a la que se dedicaron 94.818 mujeres día a día durante este inicio de año? 

Únicamente el 15% trabajó en condición formal, esto quiere decir que más de tres cuartas partes de esta población (85%) se encuentra en una desprotección social presente y futura, donde la carencia de cotizaciones a la seguridad social no solo se refleja en la falta de garantías sociales derivadas de necesidades actuales (atención médica, incapacidades, licencias de maternidad remuneradas, etc.), sino también en la falta de una pensión que les permita sostener su vida durante la vejez.  

Es importante destacar que en el 2019 la tasa de informalidad fue del 91% y desde entonces dicho valor ha venido disminuyendo con el paso de los años; sin embargo, lejos de reflejar una mejora en las condiciones laborales de las trabajadoras del hogar, evidencia la gran vulnerabilidad que caracteriza esta actividad, en vista de que durante la pandemia hubo una gran expulsión del mercado laboral. De hecho, solo entre el 2019 y 2020 las mujeres ocupadas por hogares disminuyeron en un 32%.

Si bien su contribución es esencial, enfrentan ingresos bajos e inestabilidad laboral. Por ejemplo, el ingreso promedio que reciben las mujeres trabajadoras del hogar en el país es de apenas ₡168.149.9 al primer trimestre de 2024, mientras que el salario mínimo estipulado por el Ministerio de Trabajo para el empleo doméstico es de ₡246.624.40. 

Esta disparidad no solo evidencia la desvalorización económica de su labor, sino que también resalta la vulnerabilidad a la que están expuestas, especialmente considerando su condición como proveedoras principales de sus hogares (54.61% son jefas de hogar).

Todo lo anterior se profundiza al analizar el caso de aquellas en condición de migrantes, quienes representan el 23,22%. De este grupo, un 99,5% proviene de Nicaragua. 

Aun cuando su papel es fundamental en el funcionamiento de la sociedad, el trabajo doméstico, sigue invisibilizado y precarizado. Las mujeres que llevan la carga desproporcionada de estas labores enfrentan no solo la falta de reconocimiento económico, sino también la discriminación persistente que limita sus oportunidades y bienestar. 

Es crucial que como sociedad reconozcamos el valor intrínseco del trabajo reproductivo y adoptemos medidas concretas para mejorar las condiciones laborales de quienes lo desempeñan. Esto implica no solo garantizar derechos laborales y salarios justos, sino también promover una distribución equitativa de las responsabilidades domésticas que permita a las mujeres participar plenamente en todos los ámbitos de la vida. 

Al abogar por políticas inclusivas y una valoración justa del trabajo doméstico, damos un paso firme hacia la equidad de género y una sociedad más justa y equilibrada, más aún en el contexto de la conmemoración, el próximo lunes, del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

*Las autoras son bachilleres en Economía y asistentes de investigación del proyecto Trabajo y Crisis, de la Escuela de Economía de la Universidad Nacional (UNA).