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Pequeñas vecinas en la ciudad

 

Zonas urbanas del país albergan decenas de especies de abejas nativas, conocerlas y entender su importancia en el ecosistema, podría ser la clave para su conservación,

Con el cambio continuo de los usos de suelo y la fragmentación de la tierra, las abejas son uno de los grupos que más sufre por la pérdida de su hábitat urbano. Por su importancia ecosistémica en la polinización de bosques y cultivos, se deben asegurar medidas integrales para su conservación.

Con este objetivo, Mariana Acuña Cordero, estudiante de la Maestría en Apicultura Tropical del Centro de Investigaciones Apícolas Tropicales de la Universidad Nacional (Cinat-UNA) presentó su tesis “Ecología urbana de las abejas y educación ambiental: un estudio de caso en Escazú”, donde además de levantar un registro de abejas nativas y plantas melíferas de la zona, diseñó y aplicó una estrategia de educación ambiental en escuelas y asociaciones ambientales.

“Cuando se piensa en Escazú se relaciona con un lugar de alta plusvalía, en Multiplaza, en condominios, pero también tenemos zonas de potreros, de cultivos como hortalizas y aguacates, y los Cerros de Escazú son una de las zonas de conservación urbana más grandes del país, tenemos que tomar todas esas consideraciones a la hora de establecer la interacción entre las abejas nativas y la diversidad de plantas que ofrecen recursos alimenticios y de nidificción para ellas”, dijo Acuña.

En total se registraron 61 especies de abejas nativas, una especie de abeja exótica y 112 especies de plantas que ofrecen néctar, polen, resinas y sitios de nidificación a estas abejas. “Este primer levantamiento es importante porque podemos decir cuándo hay picos de floraciones que pueden beneficiar a ciertas especies tomando en cuenta las áreas de cultivo, las plantas ornamentales y las plantas exóticas, y si bien yo preferiría usar solo plantas nativas las exóticas están ahí y hay que tomarlas en cuenta”.

Acciones

A partir de la compresión de las conexiones entre las abejas y el ecosistema en el que se encuentren, dijo la investigadora, se pueden diseñar estrategias de conservación específicas, una de ellas mediante la educación ambiental. “Uno de los problemas más grandes de la ciencia es que a uno lo forman de una manera muy académica, y la ciencia ciudadana es primordial para involucrar a las personas en proyectos ecológicos donde puedan tener un papel en la ciencia sin ser necesariamente científicos”.

Con el objetivo de insertar a las abejas nativas en el imaginario de la vida silvestre y promover las ciudades como lugares sostenibles con la flora, la fauna y las personas, Acuña desarrolló talleres para adultos y niños sobre la importancia ecosistémica e impacto económico y social de las abejas nativas en las comunidades urbanas.

“El taller para adultos se denominó “Comunidad abeja”, era más como tipo charla, donde también se hacían dinámicas y se interactuaba con los tipos de plantas y la colección de abejas”.

Para los más pequeños, Acuña decidió llevarlos a la imaginación y la aventura a través de un cuento. “Las aventuras de la abeja mariola en la ciudad”, es la narración de una historia donde una abeja nativa que vive en un área de conservación, escucha  a un pájaro de la ciudad hablar sobre su vida cotidiana, esto despierta el interés de la abeja de mudarse, pero para ello debe enfrentarse al uso de agroquímicos, la urbanización, el cambio climático y la soledad, sin embargo, al final los niños del cuento le ayudan a estar bien y se queda a vivir en la ciudad”.

Con esta historia los pequeños realizaron una retroalimentación que se plasmó en decenas de dibujos que fueron expuestos en los talleres para adultos y en la presentación de la tesis de Acuña.

Los talleres para las escuelas también incluían la presentación de las colecciones, muestras de polen, hoteles de abejas y disfraces. “Los niños son muy desinhibidos, se ponían los trajes de abejas de distintos colores, y uno no se imagina lo que cala en un niño un par de antenas, porque uno lo ve luego reflejado en los dibujos, unos eran muy elaborados con la contaminación los agroquímicos, otros fueron más simples, pero pintaron la abeja verde, por ejemplo, eso me dice que aprendieron en el taller porque no todas las abejas son del mismo color”.

A partir de estos talleres también surgieron otras iniciativas ciudadanas como el taller de verano “Conociendo las abejas de Escazú” dirigido a esos estudiantes que se quedan en la casa durante las vacaciones, ahí también tuvieron la oportunidad de trabajar con materiales reciclados para armar sus propias abejas.

“Los talleres y charlas de educación ambiental son una herramienta para transmitir el conocimiento que se genera en la academia, es importante que conozcamos con quienes convivimos, su importancia en la naturaleza y cómo conservar su hábitat en beneficio de la comunidad”.