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Archivo de la noticia: Febrero 2009


Naturaleza también debe sanar

 

Las secuelas del terremoto del pasado 8 de enero no solo se dibujan en los rostros de los damnificados, la naturaleza fue testigo silenciosa de la tragedia y al igual que los pobladores de la zona intentará recuperarse.



 

El terreno en la zona devastada por el terremoto del pasado 8 de enero es arenoso, la zona es muy escarpada y los suelos de origen volcánico puedan almacenar tres o cuatro veces más agua que otros suelos, siendo tan frágiles que el peso del agua puede desplomarlos. Esas alteraciones son heridas abiertas que deben cicatrizar.


“Los suelos ahora son muy inestables, hay áreas que han quedado muy frágiles y que por el peso de la cobertura que contiene y en conjunto con la lluvia, podrían provocar nuevos deslizamientos. En condiciones normales cuando el ser humano elimina la cobertura de bosque, ya sea para actividades agrícolas o ganaderas, queda un banco de semillas, que son las que inician el proceso de sucesión una vez que se abandona el sitio, en este caso el banco de semillas se perdió o es escaso y para lograr una cubierta arbustiva de unos 2 metros de alto, se requiere tres o cuatro veces más de tiempo: mientras en un bosque se pueden necesitan 10 años para contar con un bosque secundario joven, en este caso hablamos de hasta 15 o 20 años”, comentó Wilbert Jiménez, director de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional (EDECA-UNA).


Para Albert Morera, académico de la EDECA-UNA, se debe tomar en cuenta que los terrenos son muy escarpados, el suelo desapareció y no existe la capa orgánica que requieren las plantas para tomar sus nutrientes, la capacidad de recuperación es muy poca y deberá realizarse naturalmente por medio de la lluvia de semillas de los bosques aledaños.

“La formación natural de una capa de suelo para restituir a su vez una cubierta forestal requiere varias décadas, y aunque ese proceso técnicamente se puede acelerar, probablemente solo sea posible hacerlo en aquellos lugares cuya inversión económica y social lo justifique, cuando se trata por ejemplo de tomas de agua, donde se requiera evitar la erosión, sedimentación o pérdida de calidad de agua para consumo humano”, explicó Jiménez.


De acuerdo con Morera, la UNA debería realizar un estudio para determinar cuáles sitios que antes del terremoto eran zonas agrícolas o ganaderas se les debe cambiar su uso de suelo, o que por su inestabilidad requieren de una cobertura boscosa, esto con el fin de evitar deslizamientos futuros y mejorar la conectividad del paisaje.


Si bien habrá que esperar al menos un año para iniciar las medidas de restauración, con la ayuda de técnicas especializadas, un proceso que tardaría 80 años o más, se podría alcanzar en 20 o 25 y en los primeros cinco se controlarían las pérdidas de suelo y los deslizamientos.