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Archivo de la noticia: Febrero 2012


Obrero de la apicultura

 

Galardonado con el premio “Extensionista del año 2011”, Fernando Ramírez, del CINAT, ha dedicado su vida  al estudio de las abejas y a compartir el día a día con el apicultor en el campo.


 

“De niño cuando apreciaba a las Mariolas, me preguntaba qué lindo ser abeja, las miraba salir y entrar a la colmena, por eso desde ese momento me identifiqué con la obrera”. Esas interrogantes de niño llevaron a Fernando Ramírez, hoy catedrático y coordinador del programa de Genética Apícola del Centro de Investigaciones Tropicales de la Universidad Nacional (CINAT-UNA), a dedicar su vida al estudio a las abejas, pero sobre todo a compartir el día a día con el apicultor en el campo.

Esa vocación y entrega por compartir sus conocimientos académicos, así como aprender de los apicultores en distintas zonas del país durante muchos años, contribuyó a que la UNA reconociera su trabajo con el premio Extensionista del año 2011.

Apicultor e ingeniero agrónomo de profesión considera que la extensión es el enlace entre la investigación y docencia para con la sociedad y sobre todo, con los sectores más necesitados como el agropecuario. “En estos años de trabajar en extensión uno ve el agradecimiento de las personas de que una universidad se fije en ellos. Es increíble la alegría de los productores cuando llega el carro de la UNA a su comunidad”.

Para este ateniense, casado y padre de dos hijos, ser reconocido como el extensionista del año es un premio al esfuerzo de muchos años de trabajo, aunque reconoce que nunca ha pretendido un reconocimiento como este. “Al otorgarme este premio siento que he hecho un buen trabajo y ahora estoy más comprometido para hacerlo mejor”.

Con más de 20 años de trabajar en la UNA, considera que su mayor logro es la satisfacción personal de un trabajo bien realizado y a futuro le gustaría que el CINAT contara con un centro de mejoramiento genético, de donde salga la cría para obtener las reinas de la región centroamericana.

Tal es el conocimiento y pasión por las abejas que hasta se ha colocado una barba de abejas; sin embargo no es de sentarse a comer cucharadas de miel, sino únicamente con pedacito de pan blanco.

Ramírez comentó que su primer contacto con la extensión surgió siendo estudiante de la Escuela de Ciencias Agrarias al visitar a un grupo de exparceleros, en El Barro de Orotina, quienes en medio de su tribulación económica formaron una cooperativa agropecuaria, que contempló la apicultura con el manejo de las abejas europeas.

De ahí en adelante Ramírez participó en otros proyectos de extensión que abarcaron Los Chiles de Alajuela, Golfito, Pérez Zeledón y Horquetas de Sarapiquí, entre otros, donde destacó la participación del académico y fundador del CINAT, Henry Arce, así como el respaldo de la vicerrectora de Extensión de ese entonces, Rose Mary Ruíz.

Mencionó que si bien la llegada de la abeja africanizada a Costa Rica marcó un antes y un después en la apicultura nacional, también fue una de las justificaciones para la creación del CINAT en 1988, ya que era prioritario impulsar un programa para el desarrollo de la apicultura. “En esa época realicé las encuestas para poder justificar ante el BID el préstamo para la creación del CINAT”, recordó.