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Archivo de la noticia: Setiembre 2011


¡Grillo dice adiós a la UNA!

 

Tras 30 años de recorrer los pasillos universitarios como conserje de la Escuela de Topografía, Alfredo Grillo se acoge a la jubilación, orgulloso de haberle dedicado gran parte de su vida a la UNA y convencido de que dará lo mejor de sí hasta el último día de labores.


 

Aún recuerda con nostalgia los cafetales y la trocha que comunicaba la escuela de Topografía con el edificio de la rectoría de la Universidad Nacional (UNA). Treinta años después, en medio de lágrimas y palabras entre cortadas, Alfredo Grillo comparte con nosotros parte de su amplia trayectoria como conserje del que fue su lugar de trabajo y su segundo hogar.

Y es que Grillo, como cariñosamente le conocen, ingresó a la UNA en 1981 en el cargo de conserje en la Escuela de Topografía, responsable de la limpieza de las aulas y los pasillos, así como de otras tareas encomendadas.

De contextura delgada, tez morena y con su inseparable gorrita, comentó que agradece de corazón a Juan Andrés Mora, director de la escuela de Topografía, quien en ese momento le tendió la mano para iniciar sus labores de conserjería. “Cuando don Juan Andrés me llamó por teléfono para decirme que me contratarían fue el momento más feliz de mi vida, sentí que me había pegado la lotería”.

Grillo, de 55 años, indicó que por aquellos años, aparte de las instalaciones de la escuela existían unas pocas aulas que albergaban al CIDE y la escuela música. El resto eran potreros en donde los futuros topógrafos realizaban sus prácticas sin tener que desplazarse más allá del campus Omar Dengo. “Los primeros 10 de trabajo fueron muy duros, sobre todo en invierno, recuerdo que como los muchachos hacían sus prácticas detrás de la escuela llegaban a sacudirse las pelotas de barro a los pasillos y aquel piso quedaba hecho un desastre”, recalcó Grillo.

Aún así, sin importar la hora no se retiraba para su casa en Desamparados de San José sin antes dejar los pisos relucientes. Añadió que algunas personas consideran que se excede en sus tareas, pues desde siempre los sábados llega a trabajar. “Con muchísimo gusto lo hago y en ningún momento he cobrado un solo cinco a la universidad. Me siento orgulloso de trabajar en la UNA y daré lo mejor de mi hasta el último día de labores”.

Don Alfredo comentó que una vez pensionado no se dedicará a descansar, más bien ya tiene entre sus planes abrir un taller para reparar bicicletas o valorar el ofrecimiento de un amigo que vive en los Estados Unidos, quien lo invitó para que trabajen juntos en la limpieza de ventanales en los rascacielos.

Reconoció que lo más difícil será acostumbrarse al hecho de que ya no compartirá más con el personal de la escuela de Topografía, ni recorrerá cada rincón de la institución que un día de 1981 le abrió las puertas para que creciera como trabajador.