Este lunes 12 agosto, se celebra el Día Internacional de la Juventud el cual ha sido promovido por la Asamblea General de las Naciones Unidas desde 1999, esta celebración tiene el propósito de “llamar la atención de la comunidad internacional sobre los problemas de la juventud y para ayudar a desarrollar el potencial de los jóvenes como socios de la sociedad actual” (Naciones Unidas (s.f.)).
Si bien es cierto, el lema para este año es: De los clics al progreso: Vías digitales de los jóvenes para el desarrollo sostenible, resulta imprescindible dedicar unos minutos para reflexionar sobre la salud mental y emocional de nuestras y nuestros estudiantes, en especial, aquellos que están iniciando su vida universitaria.
Esto porque, aunque las nuevas tecnologías facilitan a la juventud el acceso a la información y la posible solución de problemas académicos y cotidianos, requieren que quienes las utilicen gocen de salud física, mental y emocional para que puedan interactuar y contribuir con su energía, creatividad e ingenio en la generación de propuestas que contribuyan a la sociedad y al cuidado del ambiente.
En medio del caos diario, que tristemente se normaliza cada día más, el mundo adulto exige al mundo joven que madure, asuma y se responsabilice ¡ya! Sin embargo, cosechar, crear, conocer, vivenciar, madurar, florecer son acciones que requieren paciencia, constancia, perseverancia y tiempo, sobre todo tiempo.
En este punto, resulta importante destacar que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (2022), la salud mental es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos. (párr.1)
Por su parte, la salud emocional “consiste tanto en ser consciente de las emociones como en ser capaz de gestionarlas y expresarlas de forma adecuada a la edad” (¿Qué es la salud emocional?, párr. 2)
Considerando lo anterior, debemos tomar consciencia que la salud mental y emocional del estudiantado universitario se ve amenazada por situaciones sociales, económicas, educativas y laborales que minan la construcción personal que las personas jóvenes están haciendo sobre sí mismas. En este sentido, y a partir de una breve lectura de la realidad estudiantil, realizada por el profesorado de la División de Educología, el estudiantado universitario refleja temores e inseguridades que se originaron durante la pandemia del COVID-19; siente estrés, soledad, ansiedad, depresión, preocupaciones económicas, dificultades para gestionar la frustración y las situaciones adversas; expresa la necesidad de contar con espacios para socializar y el disfrute del ocio, manifiesta, además, mucha presión por la carga académica y en algunos casos carece de compromiso con su proceso formativo.
Lo anterior denota la necesidad de revisar nuestras prácticas docentes para que estas puedan responder a las necesidades estudiantiles y en las que se equilibre la entrega de la docencia, comprensiva y comprometida, con el nivel de exigencia y desempeño académico que se solicita al estudiantado. Para que estos últimos sean pertinentes y progresivos en función del avance en su respectivo plan de estudios.
En este sentido, el mundo académico adulto está llamado a comprender, que la juventud es un divino tesoro, que con su frescura, positivismo, brillo, energía, creatividad y fuerza: cuestiona mandatos sociales, abre espacios, crea soluciones, logra imposibles y visualiza y construye el presente y el futuro. Pero que también, es frágil y lleno de incertidumbre, rodeado de fuertes ideas relacionadas con la inmediatez y la desesperanza.
Y que este hermoso tesoro requiere atención, cuidado, confianza, ejemplo y compromiso. En especial, las situaciones de salud mental y emocional, en las que se requiere de una atención más expedita.
De tal manera que, a partir del diálogo entre ambos mundos y el encuentro generacional respetuoso y comprensivo, se construyan espacios de convivencia y aprendizaje sanos e inclusivos. En este punto, quienes formamos parte del mundo adulto en la comunidad universitaria de la UNA, tenemos esta gran oportunidad y responsabilidad, nuestras acciones pueden motivar, guiar e inspirar, y al mismo tiempo pueden frustrar y destruir.
Por su parte, el mundo joven está llamado a ser solidario, empático y comprensivo con sus pares y al mismo tiempo comprometido con su formación, porque llegará el momento en que darán el paso al mundo adulto como profesionales en diferentes disciplinas y asumirán el reto de contribuir al desarrollo de la sociedad. De ahí que, el esfuerzo, la disciplina, la constancia, la perseverancia y la ética son inherentes en su preparación profesional y crecimiento personal.
A modo de cierre, se hace un llamado para que cada integrante de la comunidad universitaria reflexione en este día sobre las necesidades y potencialidades de la juventud y se cuestione a sí mismo o a sí misma respecto a ¿cómo estoy contribuyendo en la construcción de una sociedad más justa e inclusiva para una juventud costarricense más sana y feliz?
Escrito por: María Jesús Zárate Montero, directora de la División de Educología UNA