Simplemente, era imposible fijar la mirada en un único punto. Por allá, una familia entera deleitaba los famosos “helados de palillo”, justo al frente, un emprendedor ofrecía sus creaciones artísticas. Si se avanzaba unos cuantos pasos, los melones, las fresas y las uvas despertaban el deleite de quienes se acercaban a la mini feria del agricultor, y más allá, dos gigantes máscaras eran el fondo perfecto para la selfie.
Así de variado, divertido y familiar fue la celebración del 30 aniversario del Museo de Cultura Popular de la Universidad Nacional (UNA).
Las puertas se abrieron de par en par, bajo un radiante sol, a eso de las 9 a.m. Y a partir de ese momento, cada uno de los espacios y rincones del museo se fueron ocupando.
Los más madrugadores instalaron su silla bajo alguna apacible sombra natural. Otros encontraron su espacio para disfrutar de las concherías de Aquileo J. Echeverría y de las costumbres que identificaban a los costarricense de inicio del siglo anterior.
El orden y la planificación se conjugaron de manera perfecta con una variada agenda de actividades. No hubo nadie—niños ni adulto mayor—que pasara un rato más que ameno.
Don Manuel Montillano, profesor pensionado de Heredia, ya tenía su casado típico servido en la mesa, pero no dudó ni un segundo en levantarse de su silla para reconocer la organización de tan relevante acontecimiento. “Es de destacar el valioso esfuerzo que hace la UNA para realizar estas actividades que son justas y necesarias para proyectar la cultura”, manifestó.
El esfuerzo al que hace referencia don Manuel se concreta en la laboriosa faena de Luis Pablo Orozco, director del Museo y de su equipo de trabajo. En su ir y venir hacían todo lo necesario para que las actividades se fueran llevando a cabo según lo proyectado. ¡Y vaya que sí lo lograron!
El matrimonio de Michael González y de Tatiana Camacho no quería dejar pasar la oportunidad de venir con sus hijos, Samuel de 4 años y Dominique, de apenas dos meses. “Nos llama mucho la atención la tradición de las mascaradas, debemos seguir apoyando esto para evitar que algún día desaparezca”, decía Michael.
A unos cuantos pasos, su suegra, Cinthya Brenes, también destacó la importancia de que desde edades tempranas se inculque la cultura entre los más pequeños del hogar.
A su lado, niños y hasta papás se subían en unos zancos. De repente, la música orquestal irrumpió alegremente en el ambiente. La Banda de Heredia hizo su aparición con la participación de la soprano Elsa Castro, quien acompañó un repertorio donde no podían faltar Caballito Nicoyano, Ticas Lindas, La Cosecha, Caña Dulce y El Trapiche, entre otras interpretaciones.
Previo al concierto, el rector de la UNA, Francisco González, transmitió a los presentes la emoción que representa celebrar las tres décadas de aniversario de un proyecto que se concibió como una oportunidad en el ámbito social y cultural.
“Es importante reconocer que hubo personas que le dieron un gran impulso a este proyecto, desde su gestación, como la antropóloga argentina Georgina De Carli, Antonio Castillo, Carlos Naranjo, Margarita Silva, entre muchas otras personas. Y es así como con al pasar de los años, hemos logrado posicionar el mensaje de que este museo es de puertas abiertas para todas las personas que deseen aprender. Es un lugar que nos permite repasar nuestra historia, aprender de las costumbres y reflexionar sobre el presente que tenemos como país”, manifestó González.
Rincones de la historia
Hablar del Museo de Cultura Popular es abrir un capítulo de nuestra historia nacional. La casona fue construida entre 1885 y 1887 y es representativa de la arquitectura tradicional del Valle Central. En un recorrido por su interior, saltan a la vista objetos y materiales que eran característicos de las familias costarricenses de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.
En sus paredes de bahareque residió allí justamente el presidente de Costa Rica entre 1914 y 1917, Alfredo González Flores. Un inmueble y un recinto cargado de historia, fue el impulso para que, en 1990, se creara el proyecto Museo-UNA, de la Dirección de Extensión del Decanato de Ciencias Sociales. Para junio de ese mismo año, y por decreto ejecutivo número 119794-C, se declaró la casona como de interés arquitectónico e histórico.
Para 1991, la UNA aseguró el financiamiento con recursos externos que permitieron la restauración del inmueble y su diseño, de manera que, tres años después, en 1994, abriera sus puertas al público. Desde entonces, ha venido desarrollando proyectos y actividades en las áreas de la comunicación, la preservación, la investigación y la reactivación de las prácticas culturales del patrimonio nacional.
No en vano se anunció que la dedicatoria de este 30 aniversario se haría a la cultura agrícola y campesina. Y así fue como, siguiendo esa línea y desde su stand, don Alberto Mora mostraba al público sus mascaradas y gigantonas a escala, de su emprendimiento Artesanías Mocca.
La música de la banda y las emociones que despertaron abrieron el apetito entre los presentes, ¡era hora del almuerzo! Mientras los asistentes degustaban la olla de carne, los picadillos, la carne en salsa y hasta el rice and beans, disfrutaban a su vez de un desfile de trajes antiguos, la tradicional cimarrona con sus mascaradas y ya, por la tarde, con un café en mano, de una obra de teatro del grupo La 50.
Las exposiciones artísticas y el rezo del Niño cerraron una jornada que doña Yetty Chaverri supo aprovechar y así lo demostró con una gran sonrisa. Esta confesa herediana, catalogó como “excepcional” la celebración, la cual calificó además como muy ordenada.
La tarde caía en el distrito de Santa Lucía de Barva. Los recuerdos de una grata celebración quedarán imborrables en la mente y en el corazón de todos los visitantes. ¡Felicidades Museo de Cultura Popular!