La plantación masiva de árboles de limón será la llave para que 25 familias de una comunidad llamada Ceibilla, en el municipio de Nacaome en Honduras, puedan mejorar sus condiciones de vida a partir de un proyecto que es rentable y que también aporta a la protección del medio ambiente.
Es la iniciativa que idearon Ana Lucía Borjas, Diego Marín y Karina Badilla, estudiantes de la maestría en Responsabilidad Social y Sostenibilidad, del posgrado de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (UNA).
El proyecto lleva por nombre Árboles soleados y su impacto es de tal trascendencia que el pasado 11 de abril la Asociación Hondureña de Energías Renovables les otorgó el premio Transformando vidas durante la tercera edición del Foro de Buenas Prácticas Medio Ambiente, Comunidades y Derechos Humanos.
De la idea al proyecto piloto
Los tres estudiantes fueron compañeros del curso Medición de impacto de responsabilidad social y sostenibilidad, del profesor Mauricio Arce. Para el desarrollo de su trabajo final de graduación aprendieron sobre metodologías para medir los retornos en la inversión en proyectos de sostenibilidad.
Ana es hondureña y trabaja en la empresa Parque Solar Fotovoltaico Pacific Solar Energy, ubicado en Nacaome. El giro de su negocio es el desarrollo de proyectos basados en energías renovables.
En dicho municipio las oportunidades laborales escasean. Sus habitantes se dedican en su mayoría a las labores de ganadería o agricultura o se ven beneficiados con el envío de remesas.
De ahí nació la idea que se convertiría en oportunidad. Con el apoyo de esta empresa podrían promover la plantación de árboles en la comunidad, como una iniciativa de responsabilidad social y ambiental. Sin embrago, experiencias pasadas daban cuenta que, por las altas temperaturas en la zona, el tiempo de supervivencia de los árboles era sumamente corta.
Esta vez decidieron dar un giro al planteamiento inicial y optaron por la siembra de árboles frutales. El limón, base fundamental de muchas preparaciones culinarias en el país tendía a encarecerse, la oferta a ser poca y la demanda creciente y se decidieron por su plantación.
Proyectaron una siembra a tres años de manera que a ese plazo el primer grupo de 1000 árboles pudiera generar hasta 300 limones cada uno, como mínimo, elevando la tasa de supervivencia de cada plantación de un 56% a un 85%, por el efecto climático.
Con las bases que les generó la maestría de RI aplicaron la metodología de retorno de inversión y fue así como determinaron una ganancia de hasta $168 mil dólares al cabo del tercer año.
Dichas ganancias, a partir de la venta de los limones, se repartirían de manera equitativa entre las familias de Ceibilla, considerando que en la comunidad ya existe una asociación que cuenta con una junta directiva desde donde puede partir la organización de este emprendimiento social, ambiental y productivo.
La siembra en tres hectáreas de terreno inició en setiembre anterior, por lo que la cosecha de la fruta estaría proyectada para el 2026. Mientras tanto, el grupo está avanzando en la segunda etapa del proyecto piloto el cual consiste en brindar una capacitación a personas de la comunidad que se van a encargar de cuidar y dar mantenimiento a las plantaciones y el manejo de las finanzas, pensando en la sostenibilidad de la iniciativa a largo plazo.
“Se trata de proyectar a esta comunidad para que se visualicen como microempresarios de sus limones, saber cómo venderlos y administrar de la mejor manera sus ganancias”, manifestó Ana Borjas.
En paralelo, el trabajo que están desarrollando busca también incidir en el empleo femenino, en vista de que en esta comunidad las oportunidades laborales usualmente se abren para los hombres. La sumatoria del impacto ambiental y económico del proyecto propició que finalmente fueran merecedores del premio Transformando Vidas.
El premio les otorgó $1000, los cuales, serán invertidos por los estudiantes en el propio proyecto, para la instalación de un sistema de riego que permita el mantenimiento adecuado de los árboles frutales.
Impacto positivo
Para los tres estudiantes del posgrado, el impacto de este proyecto trasciende más allá de sus propias expectativas iniciales. “Este tipo de iniciativas nos ayudan a promover que desde las comunidades puedan desarrollar ideas innovadoras, descubrir potencialidades en ellas mismas y algo que me hace a mi muy feliz es saber que esto lo hemos hecho pensando en el bienestar de personas que necesitaban que alguien les tendiera una mano”, manifestó Karina Badilla.
En medio de lo que significado este proceso, los tres estudiantes agradecen a la Escuela de Relaciones Internacionales de la UNA por propiciar el conocimiento que permite apalancar proyectos de esta naturaleza. “Es lo que nos ha permitido interiorizar las necesidades de estas comunidades y poner en práctica el conocimiento adquirido en los cursos y ver cómo se materializan en la realidad”, aseguró Diego Marín.
Roy Mora, coordinador del Programa de Posgrado de RI, comentó que “este tipo de reconocimientos reflejan la pertinencia que tiene una carrera de Maestría en Responsabilidad Social y Sostenibilidad, en un contexto en que el triple impacto es una tendencia cada vez más fuerte se requiere de personas profesionales con conocimiento especializados en sostenibilidad. Además, destaca el alcance regional que tiene la Maestría, al impactar de manera positiva en los esfuerzos de sostenibilidad que se desarrollan en sectores productivos de Centroamérica”.
Particularmente esta semana es especial. Los tres estudiantes se encontraron personalmente por primera vez en Costa Rica y en la UNA, en vista de que Ana reside en Honduras y las lecciones son virtuales. Se graduarán de la maestría y podrán decirle al mundo que son ellos los que hoy ponen la semilla del bienestar que cientos de personas podrán aprovechar a futuro, consolidando una idea rentable que pueda significar un recomenzar en sus vidas y en sus aspiraciones.