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Tecnología a la mano de comunidades indígenas

Pese a las peripecias generadas por la pandemia el año pasado, en relación con el distanciamiento social y el acceso a las plataformas tecnológicas, el proyecto de extensión Promoviendo el Capital Social Comunitario, de la Sede Regional Brunca de la Universidad Nacional (UNA), fue pionero en suplir a varias poblaciones indígenas de la región sur de las habilidades en el manejo de herramientas informáticas.

La población meta fue de personas de todos los géneros, con edades que oscilaron entre 10 y 53 años. Se matricularon 59 personas y culminaron el curso 45, de las cuales 23 son hombres y 36 mujeres. La estrategia de evaluación fue la asignación de proyectos semanales y un examen final, con el fin de que a través de la metodología participativa los estudiantes asimilaran la teoría por medio de ejercicios prácticos y al final hicieran una recapitulación.

Las comunidades beneficiadas con esta estrategia son del cantón de Buenos Aires de Puntarenas, por lo que se establecieron centros de estudio en Río Azul, Yerï, Cebror y Salitre, en el distrito de Salitre y en las comunidades de Las Brisas y San Rafael en el distrito de Cabagra y Boruca.

Yalie Jiménez, decana de la Sede Brunca de la UNA, informó que los temas vistos en la edición del año 2020 del curso Alfabetización Tecnológica fueron: Sistema Operativo Windows, Microsoft Word y Microsoft Excel, ambos a nivel introductorio. También se impartió el uso de algunas herramientas útiles de Internet como la creación y uso del correo electrónico, uso de motores de búsqueda y de algunos servicios que ofrecen instituciones como las municipalidades y la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS).

Presencialidad virtual

Jiménez, coordinadora del proyecto, comentó que este tipo de organización permitió emplear la metodología de presencialidad remota, con la cual los instructores establecieron una conexión de vídeo en tiempo real con los centros de estudio y así brindar instrucciones y documentación a los estudiantes para que ejecutaran los contenidos de la sesión correspondiente. “Durante la sesión se brindaba atención personalizada a los estudiantes que la requerían y se revisaban los trabajos prácticos asignados para ofrecerles retroalimentación”, dijo.

La estrategia diseñada, agregó la decana, consistió en organizar a las personas en grupos afines, por cercanía geográfica o por vínculos familiares. Cada equipo se estableció en un centro de estudio con acceso a Internet y cada persona contaba con computadora portátil y software de videoconferencias.

El proyecto también contribuyó con la integración de las comunidades lo que permitió fomentar valores como la comunicación y solidaridad entre sus miembros.

Los centros de estudio se establecieron en escuelas y colegios o bien en hogares de familias y cada sábado se reunían para dar seguimiento a las clases, siempre con el debido cuidado de cumplir con las normas sanitarias vigentes.

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