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Estas son las historias de la “generación de la resistencia”

Estas son las historias de la “generación de la resistencia”

“Nadie llega a una ceremonia de graduación por casualidad”. La frase es de Yeni Alvarado, representante estudiantil del Campus Coto, de la Sede Regional Brunca, de la Universidad Nacional (UNA). Su mensaje resonó en la conciencia de estudiantes como Keilyn y Johel, quienes la mañana del 30 de mayo sostenían entre sus manos el título que los acreditaba como nuevos profesionales de Enseñanza del Inglés.

No era para menos. Ellos ingresaron a la universidad en el 2021 en un entorno de ailsamiento social obligatorio. Era el segundo año de la pandemia del virus SARS Cov-2 causante de la covid-19, el más agresivo de todos y el que impuso las medidas más drásticas de confinamiento.

Por eso, son la generación de la resistencia: los 128 graduandos en el Campus Pérez Zeledón, los 28 del Campus Coto… y, en general, las 2.354 personas que conformó el grupo de la primera graduación de este 2025.

Para unos y otros el impacto del virus en su proceso de aprendizaje y en la forma en que compartieron su vida universitaria, fue diferente. Pero ninguno se libró de alguna afectación directa o indirecta.

Hubo casos como el de Johel Rodríguez, quien pensó seriamente en abandonar sus estudios universitarios. Sus condiciones eran distintas a la de los demás compañeros y eso pesó en la manera en que este joven indígena gnöbe, que vive en la comunidad de El Progreso, en el territorio de Conte Burica, valoró su presente y futuro, cuando iniciaba sus estudios.

Mientras que para algunos era más factible pensar en trasladar las clases virtuales a sus casas, para él, esa misión era imposible en una región donde la conectividad a Internet es un reto supremo. No fue el único escollo que le correspondió afrontar. Un cáncer terminal apagó la vida de su mamá Ofelia y fue entonces cuando se sintió solo ante una lucha donde reinaban el dolor y la incertidumbre.

“Entonces, no podía irme para donde mi familia, sino vivir aquí con otra persona y buscar un espacio para desahogarme. Me preguntaba si era capaz de seguir y que lo mejor sería devolverme a la comunidad, pero en ese momento pensaba en todo lo que había hecho para estar aquí y entrar a la universidad y lo que mi mamá quería para mí. Por eso ese título va para ella”, relató Rodríguez, quien asistió a la graduación acompañado de una prima.

Su compañera de estudios, Keilyn Saborío, sintió la readaptación después del pico más fuerte de la pandemia, como su gran reto personal y profesional. Se trataba de retomar las clases presenciales después del confinamiento. “Fue una transición muy fuerte en mi segundo año de carrera, tanto para una como estudiante como para los mismos profesores. En esta carrera debemos hablar mucho para desarrollar las habilidades lingüísticas y debíamos manejar el estrés, la ansiedad, el no conocer a nadie, tener bases fuertes y eso me costó en la adaptación”, confesó la joven de 21 años.

En esa etapa, reconoció el aporte de los docentes de la UNA y de toda la institucionalidad. “Dieron lo mejor de cada uno y juntos pudimos logarlo”, manifestó la vecina de Cenizo de Laurel de Corredores, a 40 minutos del Campus Coto y quien estaba acompañada de sus padres, hermana y sobrino.

Un día antes, el 29 de marzo, había sido la graduación en el Campus Pérez Zeledón. José Emmanuel Gamboa reconoció que cuando iniciaron las clases virtuales no tenía una computadora para hacer sus trabajos y a base de ahorros y esfuerzos propios se las agenció para adquirir una. Hoy, siente que los sacrificios y las carreras le otorgan la recompensa de verse graduado como bachiller en Ingeniería en Calidad e Innovación Agroalimentaria.

La pertinencia de esta carrera en la UNA le ayudará a apoyar un negocio familiar de empaque, producción y distribución de fruta congelada. “Al ingresar a la carrera me di cuenta de inmediato que sí tenía vinculación con el área agropecuaria y que iba a servir mucho para el proyecto que, literalmente, es el que nos ha dado sustento a todos en la familia”, agregó este joven de 23 años, de Quebrada Honda de Pérez Zeledón.

Esa misma pertinencia llevó a Nikole Duarte, vecina del barrio Cocorí de Pérez Zeledón y de 23 años, a optar por la carrera de Ingeniería en Sistemas de Información, de la cual finalmente se graduó. “Siempre me ha interesado mucho cómo ha evolucionado la tecnología y la forma en que se pueden resolver los problemas. Le dedico este logro a mi familia, pero, sobre todo, a mi mamá”, indicó Nikole, al tiempo que indicó que entre sus metas está graduarse en alguna maestría relacionada con Inteligencia Artificial (IA).

Embajadores 

Lo que a esta generación le ha correspondido vivir, con la pandemia de por medio y la irrupción de las nuevas tecnologías, hace que, para Elvis Rojas, decano de la Sede Regional Brunca, estos sean “días de esperanza”. De paso, indicó que la obtención del título no debe representar en ellos y ellas el fin de su ciclo académico, sino la apertura hacia nuevos retos y oportunidades.

Sin embargo, al llamarlos los nuevos “embajadores de la educación”, los instó a ser vigilantes de las amenazas que se ciernen sobre el sistema educativo público del que ellos han sido parte. “Se trata de un pilar fundamental para el desarrollo social y económico del país y eso, hoy día, es un peligro que se materializa desde el rezago educativo, la sostenibilidad financiera y la adaptación a una sociedad digital”, apuntó.

Junto con estos retos, el representante de la Federación de Estudiantes de la UNA (Feuna), David Zúñiga, también reconoció la invisibilización que por décadas han tenido los territorios de la región Brunca en materia de desarrollo e inversión. “Muchos de ustedes provienen de comunidades rurales, de pueblos que no siempre figuran en los titulares de prensa y que no han estado en el centro de las decisiones políticas y, sin embargo, aquí seguimos, formando nuevos profesionales a la sociedad”.

Son las universidades públicas las que, en casos como los de Johel, Emmanuel, Keilyn y Nikole, luchan contra la indiferencia y aportan a la equidad en las cuotas de desarrollo. “La pandemia nos cambió, pero también nos enseñó mucho. Inició cuando ustedes empezaban sus estudios superiores y eso exigió una respuesta institucional ágil y efectiva. Implementamos medidas de apoyo económico para garantizar su permanencia en la universidad, apoyamos con nuestras investigaciones la lucha del sector salud y aprovechamos nuestra plataforma para la entrega de medicamentos”, les relató a los graduandos el vicerrector de Investigación, Gerardo Jiménez. 

Por eso, tal y como lo indicó Camila Zeledón, presidenta de la Asociación de Estudiantes del Campus Pérez Zeledón, “hoy se están graduando ustedes de una universidad que forma mucho más que a un profesional… a una persona con conciencia y compromiso hacia la sociedad”.  

Estas son las historias de la “generación de la resistencia”
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“Nadie llega a una ceremonia de graduación por casualidad”. La frase es de Yeni Alvarado, representante estudiantil del Campus Coto, de la Sede Regional Brunca, de la Universidad Nacional (UNA). Su mensaje resonó en la conciencia de estudiantes como Keilyn y Johel, quienes la mañana del 30 de mayo sostenían entre sus manos el título que los acreditaba como nuevos profesionales de Enseñanza del Inglés.

No era para menos. Ellos ingresaron a la universidad en el 2021 en un entorno de ailsamiento social obligatorio. Era el segundo año de la pandemia del virus SARS Cov-2 causante de la covid-19, el más agresivo de todos y el que impuso las medidas más drásticas de confinamiento.

Por eso, son la generación de la resistencia: los 128 graduandos en el Campus Pérez Zeledón, los 28 del Campus Coto… y, en general, las 2.354 personas que conformó el grupo de la primera graduación de este 2025.

Para unos y otros el impacto del virus en su proceso de aprendizaje y en la forma en que compartieron su vida universitaria, fue diferente. Pero ninguno se libró de alguna afectación directa o indirecta.

Hubo casos como el de Johel Rodríguez, quien pensó seriamente en abandonar sus estudios universitarios. Sus condiciones eran distintas a la de los demás compañeros y eso pesó en la manera en que este joven indígena gnöbe, que vive en la comunidad de El Progreso, en el territorio de Conte Burica, valoró su presente y futuro, cuando iniciaba sus estudios.

Mientras que para algunos era más factible pensar en trasladar las clases virtuales a sus casas, para él, esa misión era imposible en una región donde la conectividad a Internet es un reto supremo. No fue el único escollo que le correspondió afrontar. Un cáncer terminal apagó la vida de su mamá Ofelia y fue entonces cuando se sintió solo ante una lucha donde reinaban el dolor y la incertidumbre.

“Entonces, no podía irme para donde mi familia, sino vivir aquí con otra persona y buscar un espacio para desahogarme. Me preguntaba si era capaz de seguir y que lo mejor sería devolverme a la comunidad, pero en ese momento pensaba en todo lo que había hecho para estar aquí y entrar a la universidad y lo que mi mamá quería para mí. Por eso ese título va para ella”, relató Rodríguez, quien asistió a la graduación acompañado de una prima.

Su compañera de estudios, Keilyn Saborío, sintió la readaptación después del pico más fuerte de la pandemia, como su gran reto personal y profesional. Se trataba de retomar las clases presenciales después del confinamiento. “Fue una transición muy fuerte en mi segundo año de carrera, tanto para una como estudiante como para los mismos profesores. En esta carrera debemos hablar mucho para desarrollar las habilidades lingüísticas y debíamos manejar el estrés, la ansiedad, el no conocer a nadie, tener bases fuertes y eso me costó en la adaptación”, confesó la joven de 21 años.

En esa etapa, reconoció el aporte de los docentes de la UNA y de toda la institucionalidad. “Dieron lo mejor de cada uno y juntos pudimos logarlo”, manifestó la vecina de Cenizo de Laurel de Corredores, a 40 minutos del Campus Coto y quien estaba acompañada de sus padres, hermana y sobrino.

Un día antes, el 29 de marzo, había sido la graduación en el Campus Pérez Zeledón. José Emmanuel Gamboa reconoció que cuando iniciaron las clases virtuales no tenía una computadora para hacer sus trabajos y a base de ahorros y esfuerzos propios se las agenció para adquirir una. Hoy, siente que los sacrificios y las carreras le otorgan la recompensa de verse graduado como bachiller en Ingeniería en Calidad e Innovación Agroalimentaria.

La pertinencia de esta carrera en la UNA le ayudará a apoyar un negocio familiar de empaque, producción y distribución de fruta congelada. “Al ingresar a la carrera me di cuenta de inmediato que sí tenía vinculación con el área agropecuaria y que iba a servir mucho para el proyecto que, literalmente, es el que nos ha dado sustento a todos en la familia”, agregó este joven de 23 años, de Quebrada Honda de Pérez Zeledón.

Esa misma pertinencia llevó a Nikole Duarte, vecina del barrio Cocorí de Pérez Zeledón y de 23 años, a optar por la carrera de Ingeniería en Sistemas de Información, de la cual finalmente se graduó. “Siempre me ha interesado mucho cómo ha evolucionado la tecnología y la forma en que se pueden resolver los problemas. Le dedico este logro a mi familia, pero, sobre todo, a mi mamá”, indicó Nikole, al tiempo que indicó que entre sus metas está graduarse en alguna maestría relacionada con Inteligencia Artificial (IA).

Embajadores 

Lo que a esta generación le ha correspondido vivir, con la pandemia de por medio y la irrupción de las nuevas tecnologías, hace que, para Elvis Rojas, decano de la Sede Regional Brunca, estos sean “días de esperanza”. De paso, indicó que la obtención del título no debe representar en ellos y ellas el fin de su ciclo académico, sino la apertura hacia nuevos retos y oportunidades.

Sin embargo, al llamarlos los nuevos “embajadores de la educación”, los instó a ser vigilantes de las amenazas que se ciernen sobre el sistema educativo público del que ellos han sido parte. “Se trata de un pilar fundamental para el desarrollo social y económico del país y eso, hoy día, es un peligro que se materializa desde el rezago educativo, la sostenibilidad financiera y la adaptación a una sociedad digital”, apuntó.

Junto con estos retos, el representante de la Federación de Estudiantes de la UNA (Feuna), David Zúñiga, también reconoció la invisibilización que por décadas han tenido los territorios de la región Brunca en materia de desarrollo e inversión. “Muchos de ustedes provienen de comunidades rurales, de pueblos que no siempre figuran en los titulares de prensa y que no han estado en el centro de las decisiones políticas y, sin embargo, aquí seguimos, formando nuevos profesionales a la sociedad”.

Son las universidades públicas las que, en casos como los de Johel, Emmanuel, Keilyn y Nikole, luchan contra la indiferencia y aportan a la equidad en las cuotas de desarrollo. “La pandemia nos cambió, pero también nos enseñó mucho. Inició cuando ustedes empezaban sus estudios superiores y eso exigió una respuesta institucional ágil y efectiva. Implementamos medidas de apoyo económico para garantizar su permanencia en la universidad, apoyamos con nuestras investigaciones la lucha del sector salud y aprovechamos nuestra plataforma para la entrega de medicamentos”, les relató a los graduandos el vicerrector de Investigación, Gerardo Jiménez. 

Por eso, tal y como lo indicó Camila Zeledón, presidenta de la Asociación de Estudiantes del Campus Pérez Zeledón, “hoy se están graduando ustedes de una universidad que forma mucho más que a un profesional… a una persona con conciencia y compromiso hacia la sociedad”.  

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