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UNA impulsa reflexión sobre salud mental y responsabilidad colectiva

La Universidad Nacional (UNA), en conjunto con el Ministerio de Salud y la Municipalidad de Heredia, realizó la actividad “Clínica y Estética del Sostenimiento de la Vida”, un encuentro que reunió a especialistas, docentes y estudiantes para analizar el papel del acompañamiento emocional en la construcción de comunidades más solidarias. La jornada se desarrolló el 10 de octubre  en el Centro para las Artes de la UNA, y tuvo como expositora principal a la psicoanalista Laura Chacón Echeverría, catedrática de la Universidad de Costa Rica y presidenta de la Fundación Fundamentes.

Durante su conferencia, Chacón explicó que la sostenibilidad implica sostener la vida desde el vínculo con el otro. “El sufrimiento de los jóvenes no es un asunto individual: es una responsabilidad colectiva. No se trata solo de escuchar, sino de construir vidas, especialmente en contextos donde hay exclusión”, afirmó.

La especialista, con cuatro décadas de experiencia clínica, recordó el papel de las universidades públicas como espacios de acompañamiento emocional. “Si ya llegaron a la universidad, no deberían ser expulsados por motivos emocionales. La institución pública debe sostenerlos y acompañarlos”, indicó.

En su exposición, la experta desarrolló tres ejes centrales: el hablar, el cuerpo y la amistad, fundamentos de la Clínica del Sostenimiento de la Vida, un enfoque que combina la escucha psicoanalítica con una mirada ética y estética sobre la existencia. A partir de estos principios, reflexionó sobre cómo el lenguaje, el cuerpo y los vínculos sociales intervienen en la manera en que las personas enfrentan el dolor y construyen sentido.

En relación con el poder de la palabra, recordó su propia experiencia al ser diagnosticada con cáncer de tiroides. “Hablar es un acto de confianza. El silencio, cuando no encuentra espacio, se transforma en impotencia y dolor. El trabajo clínico consiste en acompañar ese silencio, no en llenarlo”, expresó.

Desde el psicoanálisis, señaló que el lenguaje sostiene la vida y permite tramitar el sufrimiento. “Cuando un joven expresa su dolor, no busca terminar con su vida, sino con su padecimiento. Debemos ayudarlo a distinguir entre ambos y a encontrar otras vías para aliviarlo”, enfatizó la especialista.

El cuerpo, añadió, es un territorio donde se inscriben palabras, heridas y mandatos sociales. “El cuerpo no se tiene, se es. Es el soporte de una historia. En él se depositan los silencios, las exigencias y las violencias del entorno”, comentó.

 En cuanto al tercer eje, la amistad,  la especialistas destacó que los lazos afectivos son una forma esencial de sostenimiento emocional. “El lazo social es imprescindible para vivir. La amistad, la sororidad y el cuidado del otro son actos políticos y clínicos a la vez”, sostuvo.

Asimismo, introdujo el concepto de suplencias, entendidas como recursos simbólicos que ayudan a procesar el dolor. Estas pueden manifestarse a través del arte, la escritura o cualquier forma creativa. “La suplencia es una barra que se coloca entre el dolor y el abismo. Es una manera de decir: sigo aquí”.

Para Chacón, la función clínica no busca eliminar el sufrimiento, sino acompañarlo hasta que se transforme. “El mayor regalo que una persona puede dar es su dolor, porque en esa entrega se abre la posibilidad de la esperanza”, dijo.

El encuentro también contó con la participación de Jorge Salas Cabrera,  vicerrector de Vida Estudiantil de la UNA, quien destacó la necesidad de fortalecer el diálogo sobre salud mental en el ámbito universitario. “Vivimos en tiempos de alta exigencia y sobrecarga emocional. Cuidar la salud mental es tan importante como cuidar el cuerpo. Ambas son partes inseparables de la vida”, señaló.

Por su parte, la alcaldesa de Heredia, Ángela Aguilar Vargas, recordó la urgencia de atender la salud emocional como un asunto público. “Entre 2019 y 2023, más de seis mil jóvenes intentaron suicidarse en Costa Rica. Necesitamos políticas sostenidas de prevención y una sociedad que escuche sin juzgar”, puntualizó.

“Hemos perdido la idea de comunidad. Sostener la vida implica volver a mirarnos, reconocernos vulnerables y saber que la alegría también es un acto de resistencia”, expresó Laura Chacón al cierre del encuentro.

 “Las cosas maravillosas”

Justamente, esos conceptos fueron reforzados en la obra de teatro Las cosas maravillosas, del dramaturgo inglés Duncan Macmillan, que fue interpretada por el actor Melvin Jiménez en el teatro Centro para las Artes (CPA), en la UNA. 

En un recorrido introspectivo por su vivencia familiar, el personaje asume desde los 7 años el duelo por la pérdida de su mascota Benji y luego, los continuos intentos de suicidio de su madre, llevándolo a un planteamiento acerca de todas esas situaciones de vida que son capaces de producirle alegría.

Cada una fue anotándolas en una lista. Acciones como comer un helado, hacer las paces con una amistad, el olor de un libro, cocinar a gusto, emplear dichos, lanzarse en un río o jugar, fueron sus primeras “cosas maravillosas”. Y así, las fue acumulando para demostrarle a su progenitora por qué en los pequeños detalles se pueden encontrar motivos de felicidad y de esperanza para vivir. Al final, llegó a tener una lista de un millón de motivos.

La obra combinó espacio donde la cuarta pared se rompía, para permitir al público interactuar con el personaje. Incluso, algunas personas adoptaron roles dentro de la obra como la orientadora del colegio, la novia con quien luego se casó o el padre de familia.

Al final se abrió una foro con el público presente donde la invitación más directa es a que cada persona se proponga crear su propia lista. “La reflexión en todo esto es entender nosotros y hacerle ver a las personas que las cosas algún día mejorarán. Tal vez no sean maravillosas, pero cambiarán”, manifestó Jiménez.

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