El Observatorio Económico y Social, (OES) de la Escuela de Economía, Universidad Nacional (UNA) advirtió que debido al atraso en el movimiento mundial de mercancías, así como el incremento en el costo internacional del transporte marítimo en importantes puertos del mundo, es de esperar un efecto en la economía costarricense.
Fernando Rodríguez, coordinador del OES-UNA, explicó que en las últimas semanas y meses se ha presentado un atraso en el tráfico comercial internacional, que se inició en 2020, cuando la pandemia afectó la operación de puertos en China y otros lugares de Asia, situación que implicó el cierre de operaciones en esos puertos en ciertos momentos, lo que provocó la demora en el movimiento comercial de la carga internacional.
Rodríguez expresó que a dicho cierre se sumó el encallamiento de un barco en el canal de Suez, debido a los problemas provocados por el buque Ever Given y a los atrasos en los puertos de importación, por la ausencia de trabajadores y transportistas contagiados con covid-19. A estos problemas-agregó Rodríguez- se suma un incremento súbito en la demanda de bienes y materias primas, cuando se dejaron atrás las primeras medidas de confinamiento, sobre todo en Estados Unidos, así como el retraso en el tránsito local de contenedores, principalmente en puertos estadounidenses y europeos, producto de las suspensión de operaciones generadas por los problemas asociados con el covid-19. “Este hecho inusual ha generado que los costos del transporte marítimo se hayan duplicado por 10, entre China y el continente americano y entre China y el continente europeo”, comentó Rodríguez.
Otros factores
El coordinador del OES-UNA, detalló que a esta situación también se suman los problemas de inventario de gas natural en Europa, que estarían provocando temores de escasez de esta fuente de energía y disparando el precio en mercados internacionales. Además dificultades de suministro provocadas por la covid-19 y situaciones geopolíticas. “Aunque Costa Rica no es un país consumidor de gas natural, el aumento en el precio de este insumo está impulsando la demanda de petróleo y con ello también del precio de este bien”, añadió el experto.
Rodríguez explicó que el 90% del comercio global es marítimo y se transporta en barcos de enorme calado que trasladan grandes cantidades de contenedores, lo que abarata el movimiento de bienes y permite acarrear mercancías que, por su relación precio/costo de transporte, no es rentable movilizar vía aérea. “El atraso en cadena, que se ha extendido a todos los pasos del proceso de suministro (movimiento en puerto de exportación, transporte marítimo, desembarque y movimiento en tierra), podría tardar varios meses en solventarse y seguir generando sobrecostos, atrasos y escasez. Por ejemplo: se estima que menos de la mitad de los contenedores que llegan a Estados Unidos está volviendo en el plazo previsto, acumulándose en los puertos, debido a los problemas y atrasos en el transporte interno en ese país” dijo Rodríguez.
El coordinador del OES-UNA, afirmó que como resultado de lo anterior, el costo de movilización de mercancías mundiales se incrementó y en el caso de Costa Rica esto implicaría un aumento en el costo de importación de algunos rubros, sobre todo, aquellos producidos en China, los cuales deben pasar por puertos en otras partes del mundo. “Quedará por verse el impacto en los precios locales, pero esto es una presión que enfrentará la inflación del país en las próximas semanas”, agregó Rodríguez.
Panorama incierto
Rodríguez enfatizó que aún no existe claridad de la extensión del problema de la cadena de suministros o el impacto en los desequilibrios del mercado del gas, y su impacto en otros mercados de energía. Ante la incapacidad de influir en el desenlace de esta situación, el espacio con que cuenta el país es prepararse para enfrentar las consecuencias de esto de la mejor forma, tanto desde el punto de vista financiero como de logística.
Al respecto el OES-UNA no recomienda compensar los efectos derivados de estas adversidades con reducciones de impuestos, pues reducen la capacidad de la institucionalidad pública para afrontar estos problemas, reducirían (o compensarían) el precio final al consumidor pero no su costo internacional, lo que llevaría a mayor demanda de divisas y trasladar el costo de estos problemas a las finanzas públicas de una manera desordenada, vendría a crear problemas fiscales sin un impacto positivo en la actividad económica.
El economista manifestó que las últimas semanas del 2021 y las primeras del 2022 serán fundamentales para entender cómo esta situación podría terminar de desenvolverse. “Aunque es pronto para asumir eso, en el tanto estos problemas se extiendan, se podría combinar un repunte global en los niveles de precios con una caída de la actividad económica”, concluyó Rodríguez.