María José tiene en mente un emprendimiento de bisutería al que llama Ecovisú. Gracias al proceso de aprendizaje que llevó en el técnico en Gestión y desarrollo de emprendimientos, del Centro de Desarrollo Gerencial (CDG) de la Escuela de Administración de la Universidad Nacional (UNA) dice tener ahora un plan de negocios estructurado, con objetivos definidos y herramientas para echarlo a andar.
Montserrat tiene formación en lingüística y enseñanza del español. Vio en el técnico en Género y Políticas Locales del Instituto de Estudios de la Mujer (IEM) una oportunidad para complementar sus conocimientos y, sobre todo, profundizar en el ámbito de la lingüística feminista que permita ampliar la sensibilidad en la formación que se requiere en este campo.
Competencias empresariales y formación social. María José Huertas y Montserrat Casasola son testimonios de esas capacidades que fueron fortalecidas en el transcurso de ambos técnicos. Junto con ellas, otras 52 personas recibieron su título, en una ceremonia de graduación que se llevó a cabo en el Centro de Emprendimiento, del Campus Benjamín Núñez de la UNA, el pasado 13 de junio.
Huertas estudia la carrera de Administración, en el Campus Pérez Zeledón, de la Sede Regional Brunca. Recuerda que el anuncio del técnico en Gestión y Desarrollo de Emprendimientos lo vio en un chat grupal de WhatsApp y de inmediato interiorizó que podía complementar sus conocimientos en esta área profesional. Entonces, no lo pensó dos veces para matricularlo.
Por su parte, Marineth Lara, de 22 años y vecina de San Carlos, calificó la importancia de los técnicos que imparte la UNA, los cuales catalogó tanto “valiosos como necesarios”. Ella se graduó en Género y Políticas Locales y afirmó que “el feminismo se construye como un trabajo colectivo, por lo que debemos seguir adelante, porque el camino apenas empieza. Hoy celebramos con orgullo que nunca debemos dejar de cuestionar, resistir y proponer para que la política en materia de equidad de género y desde lo local, sea posible.
Vinculación
La directora de la Oficina de Transferencia de Conocimiento y Vinculación Externa (OTVE) de la UNA, Ligia Bermúdez, explicó que el hecho de que la Universidad imparta 31 técnicos en diferentes materias, cada una de ellas especializadas, refuerza el cumplimiento de la razón social de la institución, en sus aspectos políticos, sociales y económicos.
“Este programa ha cumplido (la misión) y desde diversos orígenes, ya sea por su viabilidad, por un tema de cumplimiento normativo o como una responsabilidad social hacia las comunidades donde tenemos vinculación”, manifestó Bermúdez, quien además les hizo una exhortación a las personas graduadas para que preserven ese enlace formativo con la UNA.
La directora de la OTVE rememoró cuando tuvo una conversación con Fannella Giusti, homóloga suya en el IEM y a quien motivó a que desde el Instituto se propusiera un plan de estudios del técnico en género, para acceder a recursos del fondo Fomujer del Instituto Nacional de las Mujer (Inamu) y desarrollar así la malla curricular. Todo ese esfuerzo se ve compensado con historias como las de María José y Montserrat, así como de sus compañeras graduadas.
El rector de la UNA, Francisco González, remarcó que el “certificado que están recibiendo hoy no es de una universidad cualquiera. El hecho de que la UNA se posicione en segundo lugar en Centroamérica a nivel de los ránquines internacionales y la número 82 entre todas las universidades de América Latina, realza la formación que recibieron los 54 graduados de ambos técnicos”.
Asimismo, relató cómo, a lo largo de los años, personalmente fue moldeando su visión acerca de los técnicos, hasta llegar al momento actual, donde considera que su oferta es un paso esencial para la formación que requieren miles de personas en sus aspiraciones profesionales y de inserción laboral.
Tanto así que para González este tema se posiciona como uno de los grandes retos de la educación costarricense. “Hoy más que nunca debemos habilitar estos espacios a todas aquellas personas que, por una u otra razón, no tuvieron la oportunidad de ingresar a las universidades públicas”.
Ese aporte en la formación puede verse en la necesidad de reducir los niveles de desempleo, de informalidad y de pobreza que siguen siendo un problema de la realidad nacional. Al cierre del primer trimestre de este año, la tasa de desempleabilidad alcanzó un 7.5%, el cual afecta en mayor proporción a las mujeres (8.6%) con respecto a los hombres (6.7%), de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Cerrar esas brechas en el acceso al empleo, desde la perspectiva de género, debe ser uno de los objetivos de impulsar políticas de equidad, aspecto que fue resaltado por Francisco González. “Es importante comprender que nuestro mundo exige hoy prácticas diferentes a las que hemos implementado. Es necesario reconocer que vivimos en una sociedad de desigualdades y en ella, la mujer históricamente es la que más ha sufrido esa desigualdad”, apuntó.
Apoyar la oferta de técnicos en la UNA debe ser un ejercicio continuo, aseguró el rector, a pesar de que se trata de una iniciativa que le corresponde asumir en un contexto donde se ha apostado por el recorte en el presupuesto de las universidades. Al respecto, manifestó que en los últimos cinco años se han dejado de girar hasta 14.100 millones de colones y que a pesar de ello, “hemos salido adelante, aumentando el vínculo y diversificando la oferta”.
A pesar de ello, no pierde la esperanza en que la formación profesional se mantenga como una apuesta hacia el desarrollo por parte del Estado costarricense. Fue así cuando en 1973, año de fundación de la UNA, en el contexto de la Guerra Fría, los conflictos militares en Centroamérica y la crisis económica, se priorizó en la educación como factor de ascenso social.