El esfuerzo de meses de preparación se vio recompensado este 27 de agosto en la premiación de la XIX Olimpiada Costarricense de Ciencias Biológicas (Olicocibi), un certamen que congregó este año a más de 1.500 estudiantes de 158 colegios de todo el país.
Orlando Vega, viceministro de Ciencia, Innovación, Tecnología y Telecomunicaciones destacó la importancia de esta competencia como un espacio formativo que trasciende lo académico. “La biología es vida, es un campo que nos conecta con la naturaleza y nos invita a explorar los misterios de la vida misma. Estas Olimpiadas representan no solo una competencia, sino la reunión del talento de más de 1.500 estudiantes, quienes ya son ganadores por el esfuerzo y la disciplina que han demostrado”.
Desde la Universidad Nacional (UNA), institución anfitriona, la vicerrectora de Investigación, Silvia Argüello, comentó que el certamen es un laboratorio educativo donde se combina rigor académico, creatividad y pensamiento crítico. “No hablamos únicamente de biología, hablamos del descubrimiento vocacional. Olicocibi es, en muchos casos, el primer contacto de los jóvenes con la universidad pública, y ese encuentro puede marcar un antes y un después en su vida personal y profesional”.
El coordinador de Olicocibi, José Pereira, dijo que el certamen refleja el esfuerzo conjunto de estudiantes, docentes, directores y familias. “Para nosotros es una experiencia maravillosa como coordinadores poder generar estos espacios. Nuestro papel, como universidades públicas y desde CONARE, es llevar la universidad a los pueblos y acercar a los estudiantes a nuestras instalaciones, para que vean que aquí hay oportunidades y que este es un camino de preparación para la vida universitaria”.
Este año, el Colegio Científico de San Pedro de Montes de Oca se alzó con un papel protagónico al obtener medallas de oro con las más altas puntuaciones en las categorías A y B. Su ejecutivo institucional, Arturo Vargas, aseguró que el triunfo es el resultado de un trabajo colectivo: “Yo soy la cara de la institución, pero detrás de todo esto hay padres de familia, profesores, personal administrativo y, por supuesto, los estudiantes. Para nosotros significa un orgullo enorme, porque vemos cómo el esfuerzo se transforma en resultados que aportan al país”.
Fabiola María Chacón Jiménez, de 17 años, conquistó la medalla de oro con mayor puntaje en la categoría A. “Descubrí que la biología era mi vocación y sentir que este esfuerzo se recompensó de esta forma se siente increíble. Es cumplir una meta que tenía desde el año pasado”.
Por su parte, José Andrés Ortega, de 16 años y también estudiante del Colegio Costarricense Científico de San Pedro, celebró el oro con mejor puntaje en la categoría B como una oportunidad para abrirse camino. “Esta medalla significa una oportunidad para lograr grandes cosas. La preparación fue intensa, con mucho apoyo de mi profesor y también en casa. Me gustaría participar en una olimpiada internacional, más que todo por la experiencia”.
Las historias de Fabiola y José se suman a las de decenas de estudiantes que, más allá de una medalla, encontraron en la Olimpiada un espacio para reafirmar su vocación.
Así lo dijo la vicerrectora Argüello: “Detrás de cada cifra hay sueños, luchas familiares y comunidades enteras que se movilizan para que su representante llegue a la Olimpiada. Ese esfuerzo muestra la equidad territorial y la oportunidad que tienen muchachos y muchachas de zonas rurales y urbanas de encontrarse en igualdad de condiciones”.
Más allá del reconocimiento inmediato, las autoridades coincidieron en que estas competencias constituyen una inversión en el futuro del país. “Su pasión por la ciencia es requerida por nuestro país. Los invito a explorar carreras STEM, porque ahí está la solución a los grandes desafíos de nuestra sociedad”, afirmó el viceministro.
La Olicocibi, que este año celebró su decimonovena edición. Como resumió su coordinador José Pereira, el mayor logro es que los jóvenes “descubran su potencial y encuentren en la ciencia un camino de vida”.