*Greivin Salazar Álvarez
Normalmente, en diferentes círculos se escucha el argumento de que es necesario acelerar el crecimiento de la producción para así generar más puestos de empleo.
Si bien, un aumento en la producción nacional podría favorecer la creación de puestos de trabajo, esa relación no debe entenderse como automática, especialmente en sociedades con un nivel de desarrollo relativo como la costarricense, con una serie de debilidades estructurales que se acrecentaron con la crisis generada por la Covid-19 y su posterior proceso de recuperación.
Más dinamismo, menos empleo
Entre el 2010 y el 2019, la producción nacional en términos reales creció por año en promedio unos 1,01 billones de colones. Cuatro ramas de actividad económica explican el 55% de dicho cambio:
- Actividades profesionales, científicas, técnicas, administrativas y servicios de apoyo.
- Comercio al por mayor y al por menor.
- Enseñanza y actividades de la salud humana y de asistencia social.
- Actividades financieras y de seguros.
Sin embargo, estas cuatro ramas solo aportaron el 18,1% del crecimiento promedio anual del empleo; caso particular para comercio con un -13,4%, así como servicios financieros y seguros con -3,2%.
En contraste, la actividad de agricultura, silvicultura y pesca, aportó al crecimiento de la producción para ese mismo periodo un 2,6%, pero al empleo fue del 16,3%.
Este panorama general permite visualizar que existen actividades dinámicas, con poca capacidad de generación de empleo, así como una productividad laboral creciente y mejores salarios, así como otras con un dinamismo moderado, que son creadores de puestos de trabajo, pero con una menor productividad y escala salarial.
Esto es lo que el Proyecto Estado de la Nación (PEN) ha denominado como la “vieja y nueva economía”, la primera más asociada a pequeñas firmas orientadas al mercado interno y la segunda a empresas multinacionales destinadas a atender los mercados externos.
Ante dicha dualidad productiva se podría pensar que lo “natural” sería el traslado de personas trabajadoras desde la vieja economía a la nueva economía (tal como sugiere el Modelo Clásico de Lewis). Empero, esta última demanda una serie de conocimientos y habilidades que no todas las personas cuentan, por tanto, se produce una especie de “núcleo duro” y partición del mercado laboral, con consecuencia claras en términos de oportunidades laborales y distribución del ingreso del trabajo.
Encadenamientos
Ante esta situación, se podría pensar en la posibilidad de un efecto arrastre de las actividades más dinámicas (exportadoras) sobre aquellas de crecimiento relativamente bajo (mercado interno), para así impactar de manera favorable y más generalizada la creación de empleo.
Sin embargo, existen una serie de factores que limitan dicho escenario, entre las que se podría mencionar: directrices de la casa matriz para que la filial ubicada en el país compre sus insumos a otra filial ubicada en otra nación, dificultades por parte de los eventuales proveedores nacionales para cumplir con los estándares de calidad requeridos, así como para gestionar su flujo de caja ante la política de pago a plazo de la empresa exportadora.
En este sentido, las estadísticas reflejan que entre el 2010 y el 2019 el valor agregado trimestral (en términos reales) generado por las empresas del régimen definitivo pasó de 6,3 billones de colones en el 2010 a 8,3 billones de colones, mientras que para el caso de las firmas del régimen especial de 417 989 millones de colones a 956 036, un 31 y 129% mayor, respectivamente.
Resiliencia post Covid
Las medidas tomadas para hacer frente a la pandemia implicaron la paralización relativa de la actividad económica, la pérdida de empleos y la salida de personas del mercado laboral.
Esta situación evidenció la dualidad productiva existente, tanto durante la crisis, como durante el proceso de recuperación. Seguidamente, algunos datos al respecto:
- Durante la pandemia, la actividad de las empresas del régimen especial (AERE) registró solo tres meses de crecimiento negativo, con un valor mínimo de 2,2%, mientras que las correspondiente al régimen definitivo (AERD) lo hicieron por 12 meses, con una caída máxima del 9,9% (según variación interanual del IMAE).
- A octubre 2023, la AERE es un 60% mayor a la registrada en febrero 2020 (antes de la pandemia), mientras que la AERD un 15%.
El anterior patrón de recuperación de la actividad económica, sumado a las deficiencias estructurales, ha hecho que la producción (PIB) alcanzara su nivel pre pandemia desde el primer trimestre del 2021, mientras que el empleo aún lo logra.
Además, el comportamiento del empleo también muestra diferencias. La cantidad de personas con trabajo formal es 10% mayor al registrado en promedio durante el 2019, mientras que, entre aquellas en la informalidad, un 20% menor.
Esta situación, no ha afectado el comportamiento de la tasa de desempleo, por cuanto existen personas que durante la pandemia se vieron forzadas a salir del mercado laboral, pero no han podido reinsertarse a este, entre otros elementos, por el menor dinamismo de la “vieja economía”, la falta de conocimiento y habilidades para salirse del “núcleo duro” y en el caso especial de las mujeres, por el incremento en el tiempo y tarea de cuido de niños y adultos mayores (reproducción social), en un escenario precisamente de envejecimiento poblacional.
*El autor es investigador del Observatorio Económico y Social (OES) de la Universidad Nacional (UNA).