*Shirley Benavides Vindas
En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer se recuerdan los múltiples aportes de las féminas al desarrollo de las sociedades. No se pretende hacer un listado inagotable de ello, pero sí resaltar algunos de los esfuerzos que realizan para mejorar sus vidas y la del resto de sus congéneres.
Este planteamiento se hace desde una visón de desarrollo, siguiendo lo señalado por el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, quien superó la visión economicista tradicional, señalando al desarrollo "como un proceso de expansión de las libertades reales de las que disfrutan los individuos".
Dicho concepto se vincula justamente con otro, el de bienestar, que se refiere a la búsqueda y ejecución de acciones orientadas al bien común de todas las personas, que son igualmente importantes en una sociedad, tomando en cuenta estos aspectos que participan en la calidad de vida de las personas.
Las mujeres hemos estado en desventaja pese a todos los esfuerzos por aportar al bienestar desde diferentes ángulos, lo que se reconoce en el Objetivo del Desarrollo Sostenible (ODS) número 5, el cual, se relaciona con la búsqueda de la igualdad entre los géneros para avanzar con el desarrollo.
Este objetivo señala la necesidad de lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas en América Latina y el Caribe, lo que no solo es un derecho humano fundamental, sino que es uno de los soportes esenciales para construir un mundo pacífico, próspero y sostenible. Se han conseguido algunos avances durante las últimas décadas, pero el mundo está lejos de alcanzar la igualdad de género para el 2030. Las mujeres y niñas constituyen la mitad de la población mundial y, por tanto, también la mitad de su potencial, pero la desigualdad de género prevalece y estanca el progreso social.
Para algunos, el aporte femenino se da cuando se incorpora la mujer al mercado de trabajo, aunque se da en condiciones de desventaja en relación con los hombres, pero como señala Katrine Marcal, “las mujeres han trabajado siempre. Lo que ha ocurrido en las últimas décadas es que las mujeres han cambiado de trabajo. Han pasado de trabajar en el hogar a ocupar puestos en el mercado laboral”.
Desde esta perspectiva, algunos aportes al bienestar y al desarrollo, pese a las desigualdades o desventajas existentes, son los siguientes:
Según análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), cuando el número de mujeres ocupadas aumenta, las economías crecen. En algunos países no miembros de la OCDE, el aumento de la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo —o una reducción de la disparidad entre la participación de mujeres y hombres en la fuerza laboral— produce un crecimiento económico más rápido.
Por su parte, el Banco Mundial señala que “datos empíricos de diversos países muestran que incrementar la proporción de los ingresos del hogar controlados por las mujeres, procedentes de lo que ellas mismas ganan o de transferencias de dinero, modifican los patrones de gasto en formas que benefician a hijas e hijos”. La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas son centrales a la hora de abordar las crisis mundiales interrelacionadas sin precedentes. El empleo de las mujeres puede ser un motor principal del crecimiento inclusivo. El liderazgo de las mujeres puede mejorar los resultados económicos, ambientales y sociales a largo plazo, y fortalecer las instituciones.
En el campo de la agricultura, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las mujeres representan en promedio el 43% de la fuerza de trabajo agrícola en los países en desarrollo. Pese a ese aporte, las mujeres controlan menos tierras que los hombres y además tienen un acceso limitado a los insumos, las semillas, el crédito y los servicios de extensión.
En el tema de cuido, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), los sistemas integrales de cuidados pueden convertirse en un verdadero motor de una recuperación socioeconómica que no deje a nadie atrás. Sencillamente, sin los cuidados, el resto de las actividades no pueden funcionar.
En América Latina y el Caribe, según datos de la OIT, una quinta parte de la población trabaja en sectores vinculados con el cuidado –en sentido amplio- en forma remunerada. El sector constituye más de un tercio del empleo femenino, pero muchas veces se realiza en condiciones laborales precarias, en situaciones de violencia o acoso y/o con penalizaciones en la remuneración que profundizan las brechas salariales. Pese a ello las mujeres dan el mayor aporte.
La Encuesta del Uso del Tiempo del 2022, del Instituto Nacional de Estadísticas y censo (INEC) determinó que las mujeres asumen una mayor responsabilidad en el cuidado, indistintamente de la edad. En cuidado en menores de 12 años y en el de personas adultas mayores (65 años o más), dedican en promedio 60% más del tiempo que los hombres; en lo que respecta a las personas totalmente dependientes, que requieren apoyo constante, las mujeres dedican poco más del doble de tiempo que los hombres (13:32 versus 6:25 horas, respectivamente).
Según la CEPAL y la OIT, los sistemas de bienestar de los países de la región se basan en tres pilares y derechos fundamentales: la educación, la salud, y la seguridad social, se requiere la integración del cuidado como cuarto pilar, debido a que según estas organizaciones “sin cuidados, no hay bienestar (ni economía)”.
Además de lo anterior, es justo recordar a todas aquellas mujeres que en el transcurso de nuestra historia salen a construir todos los días un mundo mejor para la sociedad, pese a las condiciones en desventaja y con salarios inferiores, como lo indicó la Premio Nobel de Economía en el 2023, Claudia Goldin, profesora de la Universidad de Harvard, por sus estudios pioneros sobre la brecha de género. A todas ellas, desde las que han pasado por puestos altos de gobierno o gerenciales, las que sostienen la pirámide laboral y hasta las que hacen las labores de limpieza y cuido en las casas y calles de la sociedad, gracias por sus aportes a nuestro bienestar y desarrollo.
*La autora es catedrática e investigadora del Programa Sectores Productivos y Desarrollo (SEPRODES) de la Escuela de Economía de la Universidad Nacional (UNA).