Alfredo Marín Ramírez vive en el mundo de los libros. Con más de 40 años de experiencia en el sector editorial y de promoción literaria, ha recorrido distintos países y lleva consigo el conocimiento y la pasión por la literatura escrita en Costa Rica. Su testimonio es una ventana al esfuerzo que implica promover la cultura del libro en un mundo que cambia rápidamente. “Antes eran solo los impresos, hoy les sugiero hasta las versiones digitales”.
Desde sus inicios, Marín se involucró en este campo. Comenzó a laborar muy joven en la Editorial Costa Rica como mensajero y luego en el área administrativa. Acá empezó a tener contacto con los escritores costarricenses, algunos de gran renombre como Joaquín Gutiérrez, Mía Gallegos, José León Sánchez, Alfonso Chase, Ana Iztarú y descubrió que tenía un don para promocionar la literatura.
Y precisamente ese don le abrió las puertas en la Universidad Nacional hace más de dos décadas.Ingresó para laborar en la gestión del sello editorial universitario. No imaginaba que tiempo después estaría a cargo también de la Librería de la UNA en el campus Omar Dengo, un espacio que como él indica "es de la mejores recepciones al ingreso de esta universidad”.
“Por aquí pasa mucha gente, docentes de varias universidades y estudiantes que no solo vienen a comprar un libro sino que desean saber dónde se ubican las distintas escuelas” añade jocosamente. Con su trabajo en la Universidad Nacional viajó fuera del país. Alfredo llevó el sello EUNA a ferias internacionales como la Feria del Libro de Guadalajara, donde compartió con colegas de otras universidades estatales costarricenses y por supuesto colocó los libros con bibliotecólogos de Estados Unidos y México que llegaron a ver y comprar lo que se produce en Costa Rica.
Con el tiempo--recuerda--creció la presencia costarricense en estos espacios y se logró una representación más consolidada con stands o puestos de más tamaño y con mejores estrategias de distribución. "Antes vendíamos anotando en papel porque no podíamos facturar en México. Luego conseguimos un distribuidor con toda la estructura para vender allá", explica Marín.
El reto de la jubilación: "He llorado"
En abril de 2025, tras sus años de servicio, la jubilación es un paso que Marín enfrenta con sentimientos encontrados. Aunque desde el año pasado podía acogerse a este derecho, fue su hija quién lo hizo reflexionar sobre la importancia de disfrutar la vida sin postergaciones y hacer otras cosas. “Me dijo: Papi pensiónese ya, disfrute desde ya, porque después uno no sabe'. Y eso me hizo pensar", relata.
Sin embargo, el proceso no ha sido fácil para él. "He llorado. Le entran a uno sentimientos... y pensás: pucha, seguro ya estoy viejo”. Aunque dice sentirse joven y a pesar de la nostalgia, encuentra consuelo en la posibilidad de dedicarse a nuevos proyectos, como el voluntariado y la escritura. "Tengo un libro de poesía que escribí en máquina de escribir, lo estoy digitalizando. Tal vez ahora lo termine y lo publique", confiesa.
Una biblioteca en constante transformación
Marín también reflexiona sobre su relación con los libros a nivel personal. Su primera biblioteca ocupaba toda la sala de su departamento de recién casado . "Me sentaba y veía libros por todos lados, como si estuviera en una biblioteca real".
Pero con el tiempo, y por sugerencia de su esposa, tuvo que reducir su colección. "Regalé como 23 cajas de libros a la escuela y al colegio de la comunidad. Me quedé con los que realmente necesito", dice y tiene un nuevo espacio en su hogar para ellos. Además, también piensa en la librería donde labora y que pronto dejará. “Acá, junto con libros, es necesario que haya un café, una cafetería, una tienda con los productos que produce la UNA, sé que ya están pensando en eso”.
Hoy Alfredo afirma que siempre que viene alguien a la librería y le pregunta qué leer, él da la misma respuesta: “escoja algo que realmente le resulte interesante de leer”. Está convencido que ahí está la clave para crear el hábito de la lectura.