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Desigualdad económica promueve el individualismo y aísla a las personas

La desigualdad económica no es solo pensar en un país donde unos ganan mucho y otros ganan poco. Sus implicaciones generan consecuencias que abarcan la psicología de las personas que la sufren.

La coordinadora del máster de Psicología de la Intervención Social de la Universidad de Granada, en España, Rosa Rodríguez Bailón, destacó dos efectos de esta problemática: por un lado, hace que los individuos se distancien de la sociedad y, por otro, promueve una competencia desmedida por alcanzar y demostrar un estatus.

Sus consideraciones las expuso durante la conferencia Consecuencias psicosociales de la desigualdad económica, organizado por el Programa de Investigaciones en Psicología, de la Escuela de Psicología de la Universidad Nacional (UNA).

Esta valoración surge en momentos en que Costa Rica aparece en segundo lugar entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) como el segundo más desigual, solo superado por Sudáfrica. Con base en el coeficiente de Gini (que mide este indicador), el país tiene una calificación de 0,49 (donde 1 es igualdad plena y 0 desigualdad plena). 

De acuerdo con Rodríguez, cuando una persona se aísla socialmente pueden detonarse otros síntomas como una menor confianza hacia los demás, menor agradabilidad, sentido de cooperación y empatía. Esto puede agravar situaciones de salud mental y física en detrimento de su calidad de vida.

“De acuerdo con los estudios que hemos llevado a cabo, existe una relación directa entre una desigualdad económica mayor y una construcción del ‘sí mismo’ interdependiente”, manifestó la experta, aludiendo al hecho de que una persona va a depender más de factores externos para alcanzar un grado de plenitud.

Es ahí donde se refleja el “auto ensalzamiento” o esa necesidad de promover el bienestar individual por encima del colectivo. Entonces, los seres humanos compiten entre sí por un estatus.

Incluso, desde la psicología, existe un concepto llamado “consumo estatutario”, que es cuando la persona adquiere bienes o servicios no por una necesidad, sino para satisfacer su percepción ante los demás. Esto mismo puede derivar en cuadros de estrés y ansiedad. 

Desde una perspectiva de género, estas consecuencias, producto de la desigualdad, se ensanchan. Es ahí donde situaciones de violencia que sufren las mujeres, menor acceso a servicios de atención de salud, educación y oportunidades de representación (como ocupar cargos públicos o de jerarquía), se ven afectados. De acuerdo con el reporte Global Summit of Woman, dado a conocer en la conferencia, solo el 7,3% de miembros de juntas directivas en empresas de América Latina son mujeres.  

Por el contrario, en sociedades de menor desigualdad económica ocurre que la construcción personal se da más por razones de independencia, delimitada del criterio de los demás y con un enfoque más dirigido hacia el beneficio de una colectividad.

A pesar de esta situación, la experta considera que desde la psicología social puede existir una contribución positiva ante entornos de desigualdad. En términos generales, la gente puede hacerse más intolerante frente a la redistribución poco equitativa de los recursos y promover cambios y, por otro, se fomentan algunas ideologías que promueven una mayor igualdad económica y social, como es el caso de los movimientos feministas. 

Desigualdad persistente

Uno de los aspectos que explica la desigualdad se mide por medio de los ingresos que perciben las personas, de acuerdo con su estrato social. 

Por ejemplo, la académica de la Universidad de Granada explica que solo el 8% de los ingresos los percibían el 50% de la población más vulnerable, mientras que el 52% los reciben el 10% de las personas con mayor ventaja económica y social.

El índice Willkinson & Picket, elaborado en el 2011, estableció la correlación entre ingresos por países y la prevalencia de ciertos riesgos sociales como tasa de homicidios, mortalidad infantil, obesidad, adicciones, embarazo adolescente y movilidad social, entre otros aspectos. Entonces, a mayor desigualdad económica, mayor ocurrencia de estos fenómenos.

Países como Japón, Suecia, Noruega, Finlandia y Países Bajos gozan de mejores indicadores sociales con base en una mejor redistribución de sus recursos. En cambio, Estados Unidos, Portugal, Reino Unido, Grecia, Nueva Zelanda y Australia muestran la cara opuesta.

Consecuencias sociales

De persistir las desigualdades sociales, como es el caso de Costa Rica, se puede crear una mayor fragmentación que encamina hacia el individualismo y división entre las personas con un nivel de ingresos superior frente a otros grupos.

“Por tanto, se pone en riesgo hasta la propia democracia, porque la representación de esas personas más desprotegidas en nuestros gobiernos se va a ir reduciendo, lo que me parece muy preocupante. Entonces es vital observar cuáles propuestas políticas tienen en su agenda programática este tipo de temas, que vele por el cumplimiento de salarios mínimos, redistribución de la riqueza y un sentido de bienestar compartido para todos y todas”, reflexionó Rosa Rodríguez. 

La actividad se llevó a cabo en el auditorio del edificio de la Facultad de Ciencias Sociales, el pasado 3 de setiembre y contó con la participación de estudiantes de la carrera de Psicología.

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