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Esferas de barro: pulmones para el río Pirro

Esferas de barro: pulmones para el río Pirro

Las manos hacendosas de decenas de estudiantes formaban, a su manera, una especie de esferas de barro. Les daban forma, las cuidaban y luego las acomodaban en cajas plásticas. La actividad tuvo un propósito esencial para la ecología circunvecina del Campus Omar Dengo de la Universidad Nacional (UNA): tratar de recuperar el río Pirro.

El festival Esferas de Barro es una iniciativa de la Cátedra de Ambiente de la Escuela de Administración de la UNA. La primera etapa, que consistió en elaborar y resguardar las esferas, se llevó a cabo el pasado 15 de junio.

La dinámica fue así: se colocaron bolsas de plástico en el suelo. Luego, estudiantes voluntarios de la Escuela de Administración depositaban tierra arcillosa que ya venía almacenada en sacos. Acto seguido, debían quitarle hojas, zacate o piedras que pudiesen venir mezclados.

A esa tierra se le adicionaba un abono orgánico de origen japonés llamado bokashi. A partir de ese momento, estudiantes como Mónica Mesén y Fabián Víquez, junto con otro numeroso grupo de compañeros y compañeras, comenzaban a formar las esferas de barro, de un tamaño similar a una pelota de tenis.

Las bolitas de barro fueron acomodándose en las cajas y luego, otras personas voluntarias rociaban un líquido que contiene microorganismos. Pasarán resguardadas en una bodega hasta el 10 de agosto, cuando, en una segunda etapa del festival, se liberen en el cauce del río Pirro.

Takatsuru Nishikawa, representante de la empresa Microorganismos Eficaces (EM), detalló que estas bolitas de barro generarán un efecto positivo sobre el afluente, pues van a liberar microorganismos que atenuarán los efectos de lodos acumulados en el río Pirro, producto de la contaminación.

“Estamos utilizando microorganismos seguros, seleccionados por un laboratorio, sin manipulación genética y con certificado de equivalencia y producción orgánica. Nuestra tecnología está alrededor del mundo y se emplea en unos 110 países diariamente. Aprovechamos la utilización de este producto también en cosechas de frutas como la fresa y la piña o para el control de la enfermedad de la roya que afecta al café”, indicó Nishikawa.

EM, proveedora de los microorganismos, trabaja en conjunto con la Alianza Nacional de Ríos y Cuencas de Costa Rica que ha implementado hasta 130 observatorios de agua. Uno de ellos, es el que alberga este Festival que se desarrolla en la UNA.

Impacto ambiental

La coordinadora de la Cátedra de Ambiente y académica de la Escuela de Administración, Roxana Durán, resaltó el esfuerzo del estudiantado por formar parte de una iniciativa que busca crear conciencia sobre la necesidad de proteger y restaurar ríos en estado de contaminación. “Podría llamar a esta iniciativa como una acción para sanar desde el corazón de la U, por medio de este río que atraviesa nuestro campus”, agregó.

La estudiante Mónica Mesén complementó al indicar que “se trata de una experiencia muy satisfactoria en la que hemos participado. Somos conscientes de que provocamos este grado de contaminación y de ahí la importancia de darle una mano al planeta y tratar de devolver algo de lo mucho que nos da la naturaleza”.

El problema no es menor. De acuerdo con Takatsuru Nishikawa, en Costa Rica solo un 14% de las aguas residuales que se generan en los hogares e instituciones reciben un tratamiento adecuado, mientras que el restante 86% se va directo a los ríos y arrastra materiales contaminantes.

Durante la exposición previa a la labor de voluntariado, el representante de EM indicó que existe un indicador llamado Demanda Bioquímica de Oxígeno (DBO), según la cual su presencia no debe ser mayor a 5 miligramos por litro, para determinar que un cauce está libre de contaminación.

Sin embargo, cuando una persona deposita restos, por ejemplo, de café, sobre el desagüe del lavatorio, se diluyen hasta 5.400 mg/l de DBO. La leche aporta 80 mil mg/l y el aceite vegetal hasta 1.500.000 mg/l.

Solo para compensar el efecto de un residuo de una taza de café se deberían diluir hasta 10 bidones de agua (equivalentes a unos 180 litros), lo cual hace inviable esta medida. De ahí la importancia de que la prevención se haga desde los propios hogares y se filtre todo cuanto pueda ser arrastrado al río.

El problema se da, explicó el experto, cuando el mismo comportamiento se repite en todos los hogares, entonces se crea una sedimentación de lodos que le da una coloración al agua, acompañada de un olor fétido, con la presencia de bacterias con patógenos como coliformes.

Para Jorge Herrera, vicerrector de Investigación, la responsabilidad para que estas situaciones no se repitan es de todos y todas. “Debemos procurar que nuestras acciones generen el menor impacto ambiental posible, al entender que todos nuestros ecosistemas están conectados. Lo que suceda en los ríos al final se va a replicar en el mar, y disminuirá la capacidad de oxígeno que contribuye a una menor supervivencia marina y del propio ser humano”, recalcó.

En el desarrollo de esta actividad participaron, además de la Escuela de Administración y la Vicerrectoría de Investigación, la Escuela de Ciencias Geográficas, el Centro de Investigación y Docencia en Educación (Cide), UNA Campus Sostenible de la Vicerrectoría de Administración, el proyecto UNA Voluntariado de la Vicerrectoría de Vida Estudiantil y las facultades de Ciencias Sociales y Ciencias de la Tierra y Mar. 

Esferas de barro: pulmones para el río Pirro
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Las manos hacendosas de decenas de estudiantes formaban, a su manera, una especie de esferas de barro. Les daban forma, las cuidaban y luego las acomodaban en cajas plásticas. La actividad tuvo un propósito esencial para la ecología circunvecina del Campus Omar Dengo de la Universidad Nacional (UNA): tratar de recuperar el río Pirro.

El festival Esferas de Barro es una iniciativa de la Cátedra de Ambiente de la Escuela de Administración de la UNA. La primera etapa, que consistió en elaborar y resguardar las esferas, se llevó a cabo el pasado 15 de junio.

La dinámica fue así: se colocaron bolsas de plástico en el suelo. Luego, estudiantes voluntarios de la Escuela de Administración depositaban tierra arcillosa que ya venía almacenada en sacos. Acto seguido, debían quitarle hojas, zacate o piedras que pudiesen venir mezclados.

A esa tierra se le adicionaba un abono orgánico de origen japonés llamado bokashi. A partir de ese momento, estudiantes como Mónica Mesén y Fabián Víquez, junto con otro numeroso grupo de compañeros y compañeras, comenzaban a formar las esferas de barro, de un tamaño similar a una pelota de tenis.

Las bolitas de barro fueron acomodándose en las cajas y luego, otras personas voluntarias rociaban un líquido que contiene microorganismos. Pasarán resguardadas en una bodega hasta el 10 de agosto, cuando, en una segunda etapa del festival, se liberen en el cauce del río Pirro.

Takatsuru Nishikawa, representante de la empresa Microorganismos Eficaces (EM), detalló que estas bolitas de barro generarán un efecto positivo sobre el afluente, pues van a liberar microorganismos que atenuarán los efectos de lodos acumulados en el río Pirro, producto de la contaminación.

“Estamos utilizando microorganismos seguros, seleccionados por un laboratorio, sin manipulación genética y con certificado de equivalencia y producción orgánica. Nuestra tecnología está alrededor del mundo y se emplea en unos 110 países diariamente. Aprovechamos la utilización de este producto también en cosechas de frutas como la fresa y la piña o para el control de la enfermedad de la roya que afecta al café”, indicó Nishikawa.

EM, proveedora de los microorganismos, trabaja en conjunto con la Alianza Nacional de Ríos y Cuencas de Costa Rica que ha implementado hasta 130 observatorios de agua. Uno de ellos, es el que alberga este Festival que se desarrolla en la UNA.

Impacto ambiental

La coordinadora de la Cátedra de Ambiente y académica de la Escuela de Administración, Roxana Durán, resaltó el esfuerzo del estudiantado por formar parte de una iniciativa que busca crear conciencia sobre la necesidad de proteger y restaurar ríos en estado de contaminación. “Podría llamar a esta iniciativa como una acción para sanar desde el corazón de la U, por medio de este río que atraviesa nuestro campus”, agregó.

La estudiante Mónica Mesén complementó al indicar que “se trata de una experiencia muy satisfactoria en la que hemos participado. Somos conscientes de que provocamos este grado de contaminación y de ahí la importancia de darle una mano al planeta y tratar de devolver algo de lo mucho que nos da la naturaleza”.

El problema no es menor. De acuerdo con Takatsuru Nishikawa, en Costa Rica solo un 14% de las aguas residuales que se generan en los hogares e instituciones reciben un tratamiento adecuado, mientras que el restante 86% se va directo a los ríos y arrastra materiales contaminantes.

Durante la exposición previa a la labor de voluntariado, el representante de EM indicó que existe un indicador llamado Demanda Bioquímica de Oxígeno (DBO), según la cual su presencia no debe ser mayor a 5 miligramos por litro, para determinar que un cauce está libre de contaminación.

Sin embargo, cuando una persona deposita restos, por ejemplo, de café, sobre el desagüe del lavatorio, se diluyen hasta 5.400 mg/l de DBO. La leche aporta 80 mil mg/l y el aceite vegetal hasta 1.500.000 mg/l.

Solo para compensar el efecto de un residuo de una taza de café se deberían diluir hasta 10 bidones de agua (equivalentes a unos 180 litros), lo cual hace inviable esta medida. De ahí la importancia de que la prevención se haga desde los propios hogares y se filtre todo cuanto pueda ser arrastrado al río.

El problema se da, explicó el experto, cuando el mismo comportamiento se repite en todos los hogares, entonces se crea una sedimentación de lodos que le da una coloración al agua, acompañada de un olor fétido, con la presencia de bacterias con patógenos como coliformes.

Para Jorge Herrera, vicerrector de Investigación, la responsabilidad para que estas situaciones no se repitan es de todos y todas. “Debemos procurar que nuestras acciones generen el menor impacto ambiental posible, al entender que todos nuestros ecosistemas están conectados. Lo que suceda en los ríos al final se va a replicar en el mar, y disminuirá la capacidad de oxígeno que contribuye a una menor supervivencia marina y del propio ser humano”, recalcó.

En el desarrollo de esta actividad participaron, además de la Escuela de Administración y la Vicerrectoría de Investigación, la Escuela de Ciencias Geográficas, el Centro de Investigación y Docencia en Educación (Cide), UNA Campus Sostenible de la Vicerrectoría de Administración, el proyecto UNA Voluntariado de la Vicerrectoría de Vida Estudiantil y las facultades de Ciencias Sociales y Ciencias de la Tierra y Mar. 

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