A veces es el sol que tuesta la piel; otras, la lluvia que se mete hasta humedecer los dedos de los pies. Otras tantas, son los dos.
Cuando no es barro, es un río crecido, el peligro propio de la montaña o el cansancio natural. Muchas veces es todo esto junto, pero lo que nunca ha faltado para Yanori es el deseo de superarse, ese que puede ser más sencillo o difícil para cada persona, según su condición.
Su nombre completo es Yanori García Jiménez, indígena de la etnia cabécar del territorio de Alto Chirripó, en Turrialba y beneficiaria directa de un programa de educación, único en el país, que hacen realidad la Universidad Nacional (UNA), la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad Estatal a Distancia (UNED).
La mañana del 25 de octubre, Yanori recordaba lo que implicaba cada semana caminar ocho horas los viernes y devolverse otras ocho horas los domingos, para recibir las lecciones en el Liceo Rural de Grano de Oro de Turrialba. Ese día obtuvo su título de diplomado en Ciencias de la Educación en Lengua y Cultura Cabécar para I y II Ciclos.
Con orgullo sostenía su título en sus manos, siempre bajo la mirada cariñosa de su mamá, Dinorah. Más aún porque destacó en el cuadro de honor entre los graduados por sus excelentes calificaciones.
Aquella mañana ella y 26 estudiantes más de este territorio indígena se graduaron del diplomado. Cada uno de ellos y ellas encarna una historia donde las dificultades para trasladarse, para contar con los recursos necesarios y para hospedarse se convirtieron en retos que lograron superar.
Cada uno lució sus propias galas para la ceremonia, que contó con la asistencia de los rectores de las tres universidades. Sobre los torsos de cada uno, pendía la cáscara del fruto llamado jícaro que tradicionalmente se utiliza como recipiente para ingerir líquido.
El salón de actos del Liceo Rural Kabebata, en Alto Quetzal de Chirripó, vio llegar a los estudiantes y a sus familiares. Luego de recibir el título hubo un espacio para que ellos y ellas junto con docentes y funcionarios de las universidades compartieran un almuerzo amenizado con actos culturales tradicionales de la etnia.
Yanori es jefa de hogar y madre de tres niños pequeños (8, 5 y 2 años). Los días que no debe trasladarse a recibir los cursos de la carrera los dedica a la atención de la finca de su papá y al cultivo de arroz, yuca, banano, maíz, entre otros productos. Gracias al apoyo que le brinda su mamá, quien cuida a sus hijos, ella asiste a las clases.
Otro graduado de honor es William Segura Brenes. En su caso, tuvo que dejar sus estudios después de aprobar noveno año de colegio para dedicarse a trabajos en fincas, chapeando en bananales hasta que su esposa Patricia lo animó a retomar las clases. En el Liceo Rural Roca Blanca cursó décimo y undécimo, aplicó el examen de admisión para ingresar a la UNA y su corte fue alto.
“Empecé a estudiar en Grano de Oro con las dificultades de trasladarme. Ya después conocí a un compañero que me llevó a su casa, yo le expuse mi situación y en la familia de él me dieron la oportunidad de quedarme allí, a cambio, eso sí, de que pudiera llevar buenas notas y a partir de ese momento comenzó a cambiar todo”, narró William.
Él, en nombre de los 27 estudiantes, fue el encargado de dirigir unas palabras en el acto de graduación, con las que resaltó los sacrificios que implica para los habitantes de estos territorios avanzar en sus estudios superiores y cómo a través de la educación superior pública logran concretar sus sueños.
Siwá Pákö
Siwá Pákö (construyendo y compartiendo la sabiduría) es el nombre del proyecto de la tercera cohorte que obtuvo este diplomado, que arrancó con el plan de estudios en el 2022.
Toda la estructura organizativa que permite impartir esta carrera en el territorio de Alto Chirripó es posible gracias a la labor de una Comisión de Enlace, en la que participan las tres universidades. Su funcionamiento se financia con los recursos provenientes del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES).
Por parte de la UNA, el trabajo lo asume la División de Educación Rural (DER) del Centro de Investigación y Docencia en Educación (Cide), cuya representante es la académica Marcia Salmerón. De esta manera, se coordinan los procesos de inducción y sensibilización con el personal docente y administrativo, además de aportar materiales didácticos.
Los orígenes del proyecto Siwá Pákö se remontan a 1997, cuando las universidades públicas firmaron el Convenio de Articulación y Cooperación de la Educación Superior a Distancia, que en su artículo 8 contempla el uso compartido de plantas físicas, laboratorios y equipos. Al amparo de este acuerdo se planteó la posibilidad de diversificar la oferta académica en beneficio de la Región Atlántica, particularmente entre la etnia cabécar.
Para el 2005 se propuso al Consejo Nacional de Rectores (Conare) el diplomado en educación intercultural bilingüe, que dio paso a que tres años después se firmara el primer convenio para la primera cohorte que se graduó en el 2014.
De acuerdo con una presentación del proyecto “los egresados podrán laborar en centros de educación primaria. Su conocimiento en lengua y cultura cabécar los facultará para desempañarse como maestros de las escuelas indígenas cabécares y en programas y proyectos de Educación Intercultural Bilingüe”.
El rector de la UNA, Francisco González, se dirigió a los graduandos destacando que “ustedes han transitado por el ejercicio más maravilloso y fundamental que tenemos los seres humanos que es lograr aprendizajes para crecer y realizarse profesionalmente. Los conocimientos adquiridos nunca les podrán ser arrebatados porque son fruto de ese esfuerzo y ahora les corresponderá compartirlos con otras personas que vendrán a tomar el lugar de ustedes”.
El diploma recibido cuenta con el sello de las tres universidades. Esta graduación se enmarca en la denominación por parte de Conare del 2024 como el “año de las universidades públicas con los pueblos originarios”.
Los abrazos de Yanory y de William con sus familiares tras la entrega del título no se hicieron esperar. Saben lo que significa llegar hasta allí: ni la lluvia, ni el sol, ni los peligros los detuvieron, y ahora lo celebran por lo más alto.