El estudiantado universitario es más competente para buscar información en internet; sin embargo, no aprovecha la potencia que tienen las tecnologías actuales para elaborar contenidos y dejarlos en línea, según concluye la tesis doctoral “Entornos personales de aprendizaje de estudiantes universitarios costarricenses”, elaborada por José Antonio García, académico del Centro de Investigación y Docencia en Educación de la Universidad Nacional (CIDE-UNA).
Reconocido con el Premio Extraordinario Área Educación del Doctorado Internacional de la Universidad de La Coruña, España, el trabajo investigativo de García—docente de la División de Educación para el Trabajo del CIDE—constó de dos etapas metodológicas: una de carácter exploratorio, con una muestra de 380 estudiantes del CIDE, y la otra descriptiva-inferencial, en la cual se consultó a 1183 alumnos de últimos niveles de todas las carreras de los Campus Omar Dengo y Benjamín Núñez de la UNA.
En ambas etapas, la investigación evidenció que el estudiantado utiliza las TIC (Tecnologías de la información y la comunicación) para buscar información, pero tiene muy poco hábito de generar contenido y publicarlo en línea. “Siguen utilizando muchas herramientas de escritorio como Word, Excel, Power Point, lo que impide compartirlo con otras personas porque al final hacen trabajos que entregan a un profesor o quedan ahí”, destaca el académico del CIDE-UNA.
¿Por qué generar contenido en línea?
“No aportar contenido implica no nutrirse de todas las bondades de las herramientas”—insiste García—doctor en Equidad e Innovación en Educación—quien explica que si no generamos contenido, simplemente vamos a la red a buscar información, pero no estamos en ese proceso bidireccional, por lo que de alguna manera nos convertimos en usuarios pasivos.
En caso contrario, cuando se genera contenido a través de un blog, por ejemplo, no solo hay posibilidad de recibir retroalimentación mediante comentarios, sino que el contenido puede ser mejorado y aprovechado por otras personas, a la vez que se genera comunicación entre usuarios.
“Es necesario ese proceso activo de buscar contenido, pero también de aportarlo y de mantener una comunicación fluida con profesionales, con gente que contribuye a nuestro aprendizaje”, afirma el investigador.
El estudio también evidenció que los estudiantes tienen muy buenas actitudes hacia las TIC, pero que las usan especialmente para el ocio y no tanto en el campo académico-pedagógico.
Asimismo, se comunican ampliamente entre compañeros, pero no utilizan redes profesionales para estar en contacto con especialistas del área fuera de la Universidad.
José Antonio García también llamó la atención sobre el hecho de que se encontraron diferencias significativas en el rendimiento académico, según las interacciones que tienen los estudiantes: aquellos que interactúan más a través de redes profesionales con profesores y expertos en el área de estudio, tienen mejor rendimiento académico que quienes no lo hacen.
Convencido de que las conclusiones de esta investigación se podrían generalizar, el académico hace una recomendación dirigida a la UNA pero extensiva a otras universidades. Les instó a implementar nuevas metodologías e impulsar estrategias más eficaces que permitan generar conciencia de cómo aprendemos con tecnología y, además, reconocer los aportes de aprendizajes informales y no formales que pueden complementar a los formales que se ofrecen en las instituciones de educación superior. “Esa combinación va a facilitar un aprendizaje a lo largo de la vida, autodirigido y con impacto en aspectos tanto personales como profesionales del estudiantado”, subrayó el especialista en innovación en educación.
Entorno personal de aprendizaje (PLE)
El concepto de entorno personal de aprendizaje, más conocido como PLE (por sus siglas en inglés), fue propuesto hace varias décadas por los autores Linda Castañeda y Jordi Adell.
En este constructo—asociado a la forma en que se aprende con tecnología—se basó la tesis doctoral “Entornos personales de aprendizaje de estudiantes universitarios costarricenses”, presentada por el académico del CIDE-UNA, José Antonio García, en la Universidad de La Coruña, España.
El PLE se compone de tres elementos: buscar información, crear contenidos y compartir con otros usuarios. Cada uno de estos elementos está transversalizado por las actividades, mecanismos y finalidades para el uso de las herramientas tecnológicas.
Como parte del estudio, se construyó y validó una escala propia con 27 ítemes—publicada en la revista científica Psicothema—la cual puede ser utilizada por cualquier académico en el mundo para indagar cómo son los entornos personales de aprendizaje (PLE) de un grupo determinado de estudiantes.
Los datos de la investigación con estudiantes de la UNA fueron recogidos a finales de 2019, por lo cual el autor considera adecuado, como parte de las líneas futuras de investigación, indagar cómo el periodo de pandemia ha podido nutrir los entornos personales de aprendizaje del estudiantado.
No obstante, el académico del CIDE estima que aunque los estudiantes pueden haber aprendido a usar más recursos tecnológicos, si lo que se hace es simplemente exportar las metodologías tradicionales a la virtualidad, no se vislumbraría un impacto en un aprendizaje a lo largo de la vida.