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Grupos sociales revalidaron un pacto por la resistencia

Resistir es esperanzar. Sino que lo diga Annette Jiménez, quien después de una conversación franca con su hija transexual comprendió que fuera de las puertas de su casa había un mundo lleno de pensamientos prejuiciosos y estereotipados, que debían enfrentar juntas.

Supo entonces que tenía que dar una lucha, que el amor y la comprensión que su hija recibió en su hogar no sería la realidad de muchas otras mujeres trans que son víctimas de la violencia y la falta de apoyo social.

Esa es la esperanza de la labor en resistencia que inspira a Jiménez y a otras personas por medio del Grupo de Apoyo a Familiares y Amistades de la Diversidad Sexual (GAFADIS). “Hay chicas que fueron echadas de sus propias casas. Por eso, la misión de este grupo es ofrecer un espacio para quienes han sufrido obstáculos en su desarrollo y que han tenido que enfrentar solas los prejuicios alrededor de la transexualidad”, manifestó.

Su testimonio fue el de apertura del II Coloquio sobre Resistencias, Espiritualidades y Educaciones, de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión, de la Universidad Nacional (UNA), que se llevó a cabo los pasados 11, 12 y 13 de junio.

En las voces de todos los participantes existe esa misma conexión: la resistencia. No se trata de un esfuerzo al vacío; por el contrario, es la conjunción de ideales para resistir las amenazas que se ciernen sobre los derechos humanos de ciertos grupos de la sociedad, por no permitir la extinción de la cultura de pueblos originarios o por la defensa de la protección de la biodiversidad y los recursos naturales, entre otros temas.

Detrás de estas luchas hay mensajes que calan hondo. Annette Jiménez de GAFADIS, recuerda bien la frase de “ojalá mami estuviera aquí”, en una pancarta que sostenía una mujer trans durante una de las marchas del orgullo transgénero que se realiza en el país. “Esos mensajes duelen y es ahí donde debemos recordar que cuando la familia apoya, la sociedad no discrimina, y en este caso, no estamos hablando de banderas, se trata de seres humanos que sienten y que buscan un espacio de comprensión social”, agregó.

En un reciente artículo de la sección Martes Económicos (Visibilidad y resistencia: la lucha diaria de las mujeres transexuales), se comprobó que, en la región central del país, un 37% carece de seguro médico, mientras que un 75% posee una baja calificación educativa, producto de la discriminación y la violencia que sufren.

La “RedSistencia”

El año anterior se efectuó el I coloquio, que puso sobre la mesa el interés de agrupar a diversas organizaciones de la región centroamericana dentro de una misma red, que se le llamó RedSistencia, según explicó Alberto Rojas, director de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión.

Para ese entonces, estos grupos ya tenían su trayectoria, trabajaban en sus propias misiones en cada país, hasta que la red centroamericana los unió. Ahora, durante los tres días del II coloquio, tuvieron la oportunidad de conocerse, compartir experiencias, recoger las expresiones de los distintos colectivos, relatar anécdotas y asentar la voluntad de que el motor que los mueve es la esperanza de una resistencia que genera los frutos deseados.

Son las luchas compartidas de organizaciones como la de Comunidades Ecologistas La Ceiba (COECOCEIBA) y de la Asociación Ambiental del Norte de San Rafael de Heredia (CONCEVERDE). En el caso de esta última, y según expuso su vocera Isabel Arias, desde el 2006 y por iniciativa de vecinos del distrito de Concepción, procuraron tomar medidas para salvaguardar las zonas altas y montañosas de este cantón herediano, para permitir la recarga natural de los mantos acuíferos y evitar la pérdida de la biodiversidad por las acciones premeditadas de algunos grupos.

En el caso del colectivo COECOCEIBA, acumula 24 años de trabajo con el objetivo de construir y fortalecer el movimiento social y la formación política en la defensa del territorio, ante las amenazas del modelo capitalista, según manifestaron sus representantes Mariana y Alejandra Porras.

Desde Guatemala vino Mario López de la organización Ajkemab’ Rech K’asslemal, nombre que traducido del maya quiché significa “tejedores de vida”, según narró. Este grupo está asentado en el departamento de Quiché, conformado por 21 municipios, cuya población es 90% maya.

Sin embargo, la exclusión de la que han sido víctimas, la discriminación social y el hecho de que se hayan tomado decisiones empresariales unilaterales que les afectan, como el desarrollo de grandes obras hidroeléctricas, los han motivado a resistir contra un sistema que califican de colonialista. “Es tanta la desconexión que llevan adelante estas mega obras y en nuestras comunidades hay escasez constante de agua y energía”, ejemplificó.

El II coloquio sobre resistencias avanzó con la participación de otros colectivos como el Comité Nacional contra la Violencia de la Mujer, la colectiva Caminando, el grupo Mujeres del Maíz, la Asociación de Mujeres Afro del Caribe y la Asociación de Mujeres Migrantes Nicaragüenses.

También expusieron la Asociación de Mujeres Unidas para el Desarrollo de África, la Asociación Colectivo de Voluntariado Uno Más, la Red de Mujeres Rurales de Costa Rica y Asociación Tinamaste, el Movimiento de Unificación Indígena de Nahuizalco y la Instancia Local para el Abordaje Integral del Comportamiento Suicida.

El coloquio finalizó con un taller para generar una propuesta participativa de formación continua alrededor de la red centroamericana. La actividad se enmarcó en el proyecto Educaciones, espiritualidades y resistencia, a cargo de José Mario Méndez y María Cecilia Leme, académicos de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión.

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