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El voto frente a la democracia sitiada: la necesidad de un voto fundamentado

Con el propósito de poner en perspectiva los asuntos urgentes que deberán asumir quienes resulten electos en la presidencia de la República de Costa Rica, especialistas de diferentes áreas del conocimiento de la Universidad Nacional (UNA) presentan un panorama del actual proceso electoral y de los asuntos que se deben abordar desde el primer día en que se asume el poder. En esta ocasión el politólogo José Carlos Chinchilla se refiere a cómo nuestra democracia está sitiada por diferentes factores y llama a la ciudadanía reflexionar sobre su voto y a no dejarse seducir por propuestas que no explican el cómo lograr cada promesa formulada.

José Carlos Chinchilla Coto para UNA COMUNICA

El voto frente a una democracia sitiada por la incertidumbre, la corrupción, el desempleo y la deslegitimación política, no puede ser un acto mecánico orientado por cantos de sirenas o el enjambre virtual que inunda nuestro entorno con información no siempre honesta y certera.

El voto que usted y yo emitamos para elegir las personas que nos gobernarán, puede ser un primer paso para avanzar en la superación de las vicisitudes que nos afectan como personas y sociedad o podría ser también lo contrario: un salto al vacío que nos lleve a terrenos de profundo desconcierto, desorganización y a un nivel de incompetencia que genere riesgos de derrumbe institucional y afecte nuestras condiciones de vida más allá de lo imaginado.

Cada persona ciudadana debe velar por sí misma de que la elección que realice esté bien fundamentada y no cargada de afectos, perjuicios o sensaciones generadas por publicidades maniqueas, donde ofrecen “la vuelta al paraíso” o el camino del “nirvana” con miles de nuevos empleos, menos impuestos, menos estado y más eficiencia con mayores niveles de cuido, mejor educación, pensiones a su medida y por supuesto gran crecimiento económico sin corrupción público-privada. Todo lo anterior sin explicar cómo se hará, qué efectos tendrán los “recortes”, de dónde saldrán los recursos para financiar y sostener los cambios; así como también, vaciando de contenido histórico-cultural los compromisos sociales y políticos que han tejido los elementos positivos de nuestra vida social.

El voto que se emita es importante; no obstante, es necesario recordar que con un paso (la elección) no se llega (al bienestar social), sino que es caminando en la dirección correcta y ello requiere constancia y claridad de metas. Es aquí donde debemos complementar el acto de votar con responsabilidad y conocimiento, aunado a la exigencia de continuar ejerciendo nuestra potestad soberana democrática de participación en la toma de decisiones, más allá de la elección de las personas gobernantes. Para ello, debemos tener la claridad de que a quienes se elijan sean personas que tengan conciencia de su carácter de representantes de quienes le eligieron; y de que su actuar corresponda a los intereses de la gente y no de los suyos propios. Por supuesto, es nuestro deber recordarle a cada instante su carácter de servicio y la responsabilidad que conlleva para todas las personas.

 ¿Qué elegimos en febrero?

Elegimos representantes de las personas ciudadanas y la población. Así quien presida el Poder Ejecutivo o tenga una curul en la Asamblea Legislativa no podrá aducir que tiene el derecho como autoridad electa y en ejercicio de no escuchar a la gente o de tomar decisiones sin contabilizar al pueblo. No podrán ejercer su mandato basado en posiciones propias de un “dueño de finca” o de un propietario de industria o banca privada del siglo XIX, ya que estamos en una democracia que no debe agotarse en el voto. No estamos entregando nuestra soberanía al gobernante, sino que lo nombramos para que nos represente y sirva para mejorar nuestras condiciones sociales de vida. De esta forma, quienes estén en la Asamblea Legislativa deberán atender a la gente y comunidades, grupos sociales y económicos que clamen por sus intereses y valorar en función de bienestar colectivo—no sus propios o comprometidos interese—las decisiones pertinentes. Nuestra tarea como ciudadanía es recuperar la soberanía cuando se violente. 

La falla social y la oportunidad democrática

Debemos entender todas las personas que estamos frente a una democracia en riesgo:

  • A diferencia de lo que había ocurrido en la segunda mitad del siglo XX, cuando el tejido social y político se reconstruyó con acuerdos explícitos de convivencia y de entendimiento, de que el desarrollo debería significar un bienestar para toda la población. Esto permitió significativos procesos de movilidad social ascendente, mejoramiento general de los índices sociales y económicos expresándose en una mejor calidad de vida para la gran mayoría de la gente. No obstante, siempre con algunos niveles de pobreza, desempleo y oportunidades limitadas para pequeños grupos poblacionales; situación que era atendida con alguna eficiencia por el estado y sus instituciones.
  • A finales del siglo anterior se produjo una gran crisis económica y social que deterioró parte del sistema y se replanteó las líneas de desarrollo con un nuevo modelo en el cual algunos de aquellos acuerdos de desarrollo inclusivo, donde los avances debían tener un impacto positivo sobre el conjunto social, se fueron paulatinamente dejando de lado; y así, en el siglo XXI, tenemos una sociedad cada vez más polarizada, al punto que hemos ido creando una “Falla Social”
  • La “Falla Social” consiste en un incremento del distanciamiento social desmedido expresado en una desigualdad social sin precedentes; donde no solo estamos generando grandes grupos de población en condiciones de vida muy deterioradas, sino también hemos ido creando fuerzas potenciales de choque de carácter social, que potencialmente podrían tener una expresión organizada o no, que pueda generar un gran “sismo social” de consecuencias inconmensurables, destruyendo parte de nuestra institucionalidad democrática, paz y calidad de vida.

La oportunidad democrática es en realidad la posibilidad de que desde la política podríamos redireccionar procesos, a fin de evitar la confrontación social creciente que vivimos y cuyas expresiones no necesariamente las estamos viendo en los inmediato en el mundo político; pero sí en nuestra vida cotidiana. Hoy la violencia en todas sus expresiones de género, en las vías públicas, en los actos vandálicos y criminales, así como en la devaluación de la otra persona, el desconocimiento de las preocupaciones colectivas por las individuales (el caso de las personas que no se vacunan), se convierten en indicadores de una inconformidad generalizada, en un desencanto e indignación que puede condensarse en distintos grupos que adquieran una fuerza política que desestructure el sistema institucional y no reconstruya uno nuevo ni mejor. Ese es el riesgo, si no logramos canalizar y comprender que en este pequeño y bello país todas las personas debemos tener derecho a estar mejor y vivir con la esperanza de oportunidades para estas generaciones y las futuras.

Todavía estamos a tiempo para que desde la política podamos redireccionar el actuar institucional y social a fin de no perder lo mejor que tenemos y reelaborar lo que no está bien. Por eso su voto debe ser racional, pensando en el presente y futuro de usted y de todas las personas del país.

 

 

 

 

 

 

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