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Incertidumbre y elecciones nacionales 2022

Con el propósito de poner en perspectiva los asuntos urgentes que deberán asumir quienes resulten electos, en UNA COMUNICA le solicitamos a especialistas de diferentes áreas del conocimiento de la Universidad Nacional (UNA) presentarnos un panorama sobre el actual proceso electoral y los asuntos que se deben abordar desde el primer día en que se asuma el poder. Los análisis se presentarán durante esta semana. Iniciamos con José Andrés Díaz, politólogo, quien se refiere a las características de esta elección; explica el porqué de la amplia participación de aspirantes, así como el comportamiento impredecible del electorado.

José Andrés Díaz González (*)

El politólogo Adam Przeworski indica que las democracias se caracterizan por la incertidumbre: nadie puede conocer el resultado de un proceso electoral hasta que este suceda y sea contado cada uno de los votos. Así, el proceso electoral que vivirá Costa Rica el próximo 6 de febrero parece un buen ejemplo para apoyar lo expresado por Przeworski.

¿Inusual proceso electoral?

En los próximos comicios, 25 partidos presentan candidaturas para la presidencia de la República, y un número más alto compite en las elecciones legislativas. Nunca en la historia de Costa Rica habíamos tenido tantos grupos contendiendo en un proceso electoral. Esta es una de las características llamativas de estos comicios, pero es parte de una tendencia que lleva décadas gestándose. Entre 1953 y 2018, los partidos que competían en las elecciones presidenciales pasaron de 2 a 13. Asimismo, el número de partidos que compiten en elecciones legislativas ha aumentado; pasó de 4 agrupaciones, en 1953, a 24 para el 2018.

A manera de hipótesis, se puede establecer que el descontento de la población hacia los partidos políticos, los problemas de representatividad y la falta de propuestas atractivas para solucionar los problemas públicos generan incentivos para que se conformen nuevos partidos. Si estas nuevas agrupaciones políticas se crean para llenar los vacíos de representación y desarrollar propuestas adecuadas y atractivas, entonces se puede establecer que vienen a fortalecer la democracia y a vigorizar la vida política del país. El problema es que la evidencia disponible no indica que eso esté ocurriendo.

Una encuesta realizada por el IDESPO, en noviembre del 2021, mostró que solo 4 partidos obtenían una intención de voto para la presidencia de la República que superara el margen de error del estudio. Tres de estos partidos (PLN, PUSC y FA) tiene trayectoria política de décadas; el cuarto partido, Nueva República, si bien es una agrupación reciente, nace como una escisión de un partido anterior, y su candidato es una figura política conocida, que ha ocupado cargos públicos y que, incluso, llegó al balotaje en las elecciones del 2018. Por lo tanto, ninguno de los partidos políticos nuevos parece que ha podido captar apoyo del electorado.

Adicionalmente, diversas encuestas electorales han mostrado que las personas candidatas están muy lejos de obtener el 40% de los votos necesarios para ganar las elecciones. Incluso, en enero del 2022 cerca de la mitad del electorado aún no había decidido por quién votar. Esta situación no es nueva; si bien es muy similar a lo ocurrido en el 2018, puede verse como parte de un proceso que inicia prácticamente con el siglo XXI en Costa Rica.

Por lo tanto, la única certeza que se parece tener es que en los procesos electorales nacionales en Costa Rica la incertidumbre es una característica que se ha arraigado y fortalecido.

 

Electorado y decisiones

Que a un mes de las elecciones un porcentaje significativo del electorado aún no haya definido por quién votar no es algo nuevo en Costa Rica. Es un fenómeno que ha estado presente en procesos electorales anteriores, ya que el electorado costarricense tiende a decidir su voto en momentos “tardíos” de la campaña.

Datos del IDESPO indican que, para noviembre del 2021, cerca del 58% de la ciudadanía costarricense que no habían decidido por quién votar, aún no habían pensado o reflexionado sobre las opciones disponibles para definir su voto. Dada la cantidad de partidos, esta actitud podría pensarse sensata, ya que estarían esperando tener más información antes de iniciar su consideración sobre por quién votar. El problema radica con qué información finalmente se quedan estos grupos para tomar su decisión.

La misma encuesta del IDESPO señala que el principal medio para informarse utilizado por el electorado es la televisión. Aunque existen iniciativas para promover la participación de las personas candidatas a la presidencia en distintos espacios televisivos, este es un medio que continúa siendo muy restrictivo y requiere una cantidad considerable de recursos económicos por parte de los partidos para poder pautar en estos.

El siguiente medio más utilizado son las redes sociales. Si bien estas podrían propiciar un espacio de encuentro entre la ciudadanía y los partidos, así como un debate democrático entre estos, la experiencia nos muestra que en estos pululan la información falsa, lo cual contribuye a deformar la opinión y visión de realidad de la ciudadanía.

El último lugar al que acude el electorado a informarse son los propios partidos. De esta manera, la mayoría de la información que las persona acceden sobre los partidos está de alguna forma mediada. Por lo tanto, la mediatización y el sesgo de la información podría llevar finalmente al electorado a tomar una decisión que no necesariamente refleje sus interés o necesidades; o bien, le impida del todo decidir, aumentando el abstencionismo.

“Repolitizar” la vida cotidiana

Una acción que podría ayudar a disminuir la incertidumbre y facilitar la toma de decisiones es conversar sobre política con nuestras personas cercanas. Un estudio del IDESPO del 2018 mostró que las conversaciones con familiares, amigos y compañeros de trabajo fue lo que más incidió para que las personas tomaran una decisión sobre por quién votar. Sin embargo, los datos recolectados en el 2021 muestran que 60% de las personas nunca o casi nunca hablan de política con su familia.

Es entendible que las personas no quieran hablar sobre política: el cansancio y la decepción ocasionada por las acciones de distintos actores políticos, los escándalos de corrupción que deslegitiman a la clase política, la polarización social que dificulta el desarrollo de un diálogo político constructivo, e incluso el contexto de pandemia en que estamos viviendo son elementos que explican esta situación.  Sin embargo, si queremos como sociedad tomar mejores decisiones, es necesario que volvamos a colocar la política como parte fundamental de nuestra vida cotidiana.

(*) Politólogo, investigador IDESPO-UNA

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